Merece la pena buscar la sigma mayúscula en el teclado para honrar como se merece a la ateniense Stella Chronopoulou, un raro ejemplo de cantante que proviene de la tradición folclórica helena para buscar la intersección con una especie de soul y dream pop internacional y en inglés que la hace singular y, sobre todo, muy atractiva.

 

Hay algo de feliz coincidencia en el alumbramiento de este Up and away, fruto del encuentro casual en tierras helenas entre la cantante y el productor Tom Calvert, alias Redinho, cuando la primera apenas era conocida lejos de las coordenadas locales. El uno y la otra abren oídos y mentes para llegar mucho más allá de aquel The break (2020) con el que siguió siendo una perfecta desconocida. Ahora cambiarán las tornas, o eso sería lo deseable: no solo porque la refrenda una escudería discográfica de postín, Sub Pop, sino porque estos 31 minutos de música son profundamente seductores.

 

Up and away parte, como su corte inaugural y titular, del sonido del rebétiko que arrasaba en Grecia hace medio siglo, pero sazonado con el aire de las divas cándidas del pop occidental de la época, desde Petula Clark a Dusty Springfield. El planteamiento mismo ya nos saca de caminos trillados y enfrenta a un álbum de sonido extremadamente accesible, pero nada convencional. Y difícil de ubicar en términos geográficos, a la manera de un glorioso East-meets-West que tiene más de pop que de músicas del mundo. Aunque Manéros, una pieza instrumental a partir de escalas horizontales, nos sitúa más cerca de Dissidenten que de, pongamos por caso, Zola Jesus. Y algo parecido sucede, casi al final, con Who cares.

 

Es hermoso el juego; y además, entre su brevedad objetiva y la sorpresa, se nos escapa de entre las manos en un suspiro. Hay buzukis en numerosos temas (la muy rítmica y adictiva Another nation), reflexiones absortas para Nomad o flirteos con el soul elegante con Charmed y, mejor aún, Titanic, irresistible con su guitarra a lo Neil Rodgers y, sobre todo, ese motivo central silbado. The truth is remite a aquella nostalgia desarmante de los primeros discos de Everything But The Girl. Curioso, porque el ascendente de la misma Tracey Thorn también define el capítulo final, la preciosa Is it over, aunque el qanun o salterio árabe aporte una vez más un aderezo de world music. Up and away no llega a constituir una revolución sonora, pero sí un hallazgo genuino y sabrosísimo. Y eso, a día de hoy, es oro puro.

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