Ha conseguido Andrea Motis en muy poco tiempo, y tiene un mérito enorme, convertirse en un referente jazzístico de primera magnitud a nivel estatal y foráneo. Y con Loopholes aspira legítimamente a afianzar y ampliar esa condición gracias a una concepción todavía más ecléctica y desprejuiciada de su universo sonoro. Motis ha sabido conjugar el paradigma de la vocalista femenina de jazz con ese dominio rutilante de la trompeta que asombra allá por donde pasa. Con este trabajo, además, da un paso adicional para apartarse de patrones y cánones jazzísticos, porque su visión se vuelve más panorámica que nunca. Y ahí está la robusta versión de la cumbia El pescador, el clásico del maestro del folclore colombiano José Barrios, para competir cordialmente con la lectura de Totó La Momposina que dábamos por definitiva.

 

Esa falta de prejuicios para cruzar de orillas y aceras lleva a Motis, alumna en la fértil escuela de Joan Chamorro y barcelonesa del 95, a alternar inglés, catalán y castellano, voz y pasajes instrumentales, sonoridades europeas, estadounidenses o iberoamericanas. No llega a recurrir a la electrónica, pero la contemporaneidad de algunos pasajes, sobre todo en la segunda mitad del trabajo, nos coloca con los pies firmemente asentados en estos años veinte. Y es fácil sospechar que ese jazz eléctrico con trazas de funk que tanto ha popularizado últimamente Robert Glasper habrá sonado con cierta frecuencia en su sala de estar.

 

La figura de Christoph Mallinger se asienta como principal escudero de la catalana, con abundantes créditos como autor (su firma aparece hasta en ocho cortes) y un ramillete de guitarras y violines al servicio de la causa. Incluso desenfunda la mandolina en Espera, que comienza con una morfología folkie y desnuda antes de adentrarse en vericuetos más jazzísticos. Andrea puede que siga sin satisfacer a quienes esperan de ella un trabajo más intelectual, profundo y elitista, pero su labor como divulgadora de ese nuevo jazz transversal gana muchos enteros con esta entrega.

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