Hay que ser una artista muy alejada de los territorios comunes para encontrar un término como Hirudin al que confiar el título de tu nuevo trabajo. No se entristezcan por pensar que su nivel de inglés no resulta ser tan excelso como les prometían en la academia: el vocablo corresponde a una sustancia anticoagulante que se extrae de las glándulas de las… ¡sanguijuelas! Dicho lo cual, preparémonos para un viaje francamente singular, pero no por ello inescrutable. Como ya es costumbre en ella, Katie Stelmanis se escapa de la norma y dificulta la búsqueda de influencias, paralelismos o comparaciones. Su vaporoso acercamiento al pop electrónico, sin embargo, acaba resultando extrañamente pegadizo. No llegamos a tararear, pero sí a alistarnos con entusiasmo en su tripulación.

 

Future politics, la obra antecesora, ya nos acercó a Stelmanis en 2017 hasta los escenarios españoles con resultados más que estimulantes. Aquella era una mirada escéptica, por no decir aterrada, hacia este mundo moderno que se nos ha quedado para el arrastre. Ahora evoluciona del nosotros al yo, puesto que Hirudin viene a ser, mayormente, el consabido álbum de ruptura. Pero las temáticas sombrías siguen prevaleciendo en el catálogo de la misma manera que el baile y el ritmo en la boca de estómago vuelven a ejercer como revulsivos. Danzar para ahuyentar la tristeza: pregúntenle a Depeche Mode o a nuestros Dorian.

 

Y hay aquí algunas de las mejores páginas de Austra para ejercitarse en el baile en soledad. Risk it, con su voz infantil y aguda; I am not waiting, monumento pop en toda regla, o la inaugural Anywayz, que comienza bajo parámetros casi operísticos e incluye cambios de dinámica fascinantes. Eso sí, que no se entere Jeff Lynne: una parte de la melodía es calcada a la de Yours truly 2095, de la Electric Light Orchestra.

 

No es Hirudin un disco efímero, pero transcurre como un vuelo. Y no siempre recurre al acelerador. It’s amazing sirve de magnífico ejemplo de pop etéreo, con la sombra de Kate Bush siempre perfilándose por el retrovisor. Los coros infantiles para Mountain baby resultan eficacísimos y el capítulo final, con Messiah, aporta nuevas claves para acumular capas y más capas de sintetizadores sin caer en la vacuidad. Chica lista, esta Katie.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *