Al australiano Ben Lee le perseguirá de por vida la sombra de Catch my disease (2005), un one hit wonder clamoroso, memorable e irremediablemente adictivo que le concedió el consabido cuarto de hora de popularidad en medio mundo y hasta casi, casi por estos lares ibéricos, pese a que de aquella militaba en un sello independiente, New West, que en España contaba con una distribución humildísima. Casi dos décadas más tarde, aquel rubiejo risueño es hoy un hombre de 44 años que conserva una habilidad irrenunciable para la canción redonda, risueña y pegadiza, aunque aquella felicidad de antaño ha evolucionado hacia una sonrisa más bien agridulce, de esas que dibujan en el rostro una mueca revirada.

 

No, no nos dejemos engañar por un título en apariencia eufórico, I’m fun, y por esa portada estruendosa, chillona, desmadrada y hortera en grado chirriante y deliberado, o eso esperamos, en la que el protagonista parece un dudoso animador de parques infantiles y el alarde tipográfico es el propio de cualquier bebida energética de marca blanca. Detrás de esa comicidad desaforada se esconde un tipo mordaz y con una dosis no menor de mala baba, un hombre que sigue erigiendo canciones como soles pero combina la melodía de relumbrón con atisbos de burla descreída, trazas de cinismo y ramalazos de amargura y desencanto. El jajaja, bien se ve, ha de hacerle hueco en portada a la etiquetita de marras con el parental advisory e inaugura el recorrido con una especie de autorretrato entre jocoso y malévolo en el que se define como “positivo” aun sobrellevando “una carga de dolor”. Y todo, antes de recalar en el propio título malsonante del tema: Born for this bullshit.

 

Antes de que surja la duda legítima, aclaremos que no hay nada en I’m fun! con remota posibilidad de revivir los laureles de aquella disease dichosa y afortunada, pero este Benjamin Michael Lee agridulce sigue rubricando buenas piezas. Son ya 14 discos, una cifra que comienza a resultar intimidatoria, y el de Sydney bien podría pasar por un Dylan con vocación de surfero en My adventure o por un cronista bufo que adopta su voz más cándida y frágil para avisar, en un medio tiempo especialmente adorable, que a los papis se les ha ido la mano con las sustancias poco saludables (Parents get high).

 

Las alusiones a los estupefacientes y a los padres poco ejemplares también salpican, por cierto, Crooked tree, que apuntala esa etiqueta admonitoria de portada pese a la (discreta) presencia de la siempre encantadora Zooey Deschanel y a uno de esos estribillos como en rápida letanía, muy marca de la casa. El álbum transita a menudo por ese descreimiento de la mediana edad, por el balance en el que no todas las cuentas arrojan saldo positivo (“Cuando era más joven era un gilipollas”, resume en Arsehole) y las mediocridades cotidianas se nos cruzan a cada rato en el camino (Cowards).

 

Bien se ve: Lee reivindica al tipo divertido que siempre fue, pero deja un regusto solo agridulce. Y un puñado de canciones, en forma y fondo, más nostálgicas que risueñas, una circunstancia que atañe incluso a la titulada Sex & drugs & rock n roll. Más entrañable que memorable, I’m fun! hace las veces de reencuentro y puesta al día. Nos sabemos todos más mayores, amigo Ben, pero qué bueno saber de ti.

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