Nada tan alentador para un grupo joven como que su obra nos produzca, de entrada, una ligera sensación de desconcierto. Por lo pronto, ¿quiénes son estos Bifannah y de dónde demonios han salido? ¿Estamos ante una banda portuguesa o, más probablemente, brasileña? ¿O quizá se trate de algún artefacto surgido de los barrios del Este londinense, impregnados con esa riqueza expansiva de la emigración? Pues bien, para quienes no les descubrieran con Maresia, su ya excitante debut de 2017, nos encontramos ante un cuarteto gallego que opera bajo las directrices de la lusofonía y a caballo entre Londres y Madrid. El gusto por los sintetizadores analógicos, las ambientaciones retro y ese halo sofisticado de la psicodelia estaba presente en la entrega de hace dos años, pero, si por entonces apuntaban más hacia la escuela de los Nuggets (esas maravillosas recopilaciones con joyas oscuras rescatadas de la escena underground de los últimos años sesenta), la mirada es ahora mucho más descarada hacia el tropicalismo. El ascendente de Os Mutantes parece evidente, sobre todo en maravillas como esa tarjeta de presentación titulada Capri; y, por las mismas, Bifannah también habrían servido como escuderos idóneos para el añorado Jupiter Apple (o Júpiter Maçã, que de las dos formas lo conocíamos). Todo es muy loco y chocante en este trabajo de cuatro orfebres pintorescos, cuatro apóstoles del sonido analógico hábilmente infiltrados en la generación milenial. Bifannah deberían encuadrarse en la misma carpeta de escucha que Allah-Las, una banda para la que ya hicieron las veces de teloneros, pero ahora resulta que un tema como Coração preto linda con la lambada. Hasta la portada, obra de la artista estadounidense Bailey Elder, es una virguería, otra constatación de que Guillermo V. Zapata, Anrón Martínez, Antía Figueiras y Pablo Valladares se mueven por caminos muy poco transitados en la música popular de nuestro país. Y qué bien que así sea. Quizá les cueste encontrar un hueco en una escena que, de entrada, no sabe bien dónde colocarlos. Pero unos tipos que comparten productor (Frank Maston) con el mismísimo Jacco Gardner merecen, sin duda, un lugar en nuestras agendas.

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