Los murcianos Claim (¿cómo demonios nacen tantas buenas bandas en Murcia?) solo habían publicado hasta ahora un EP de seis canciones, “Barbados” (2015), que mereció casi más comentarios por el continente que por el contenido: la presentación semejaba un maletín con etiqueta aeroportuaria de embarque. Pero si hablamos de música, que de eso se trataba, este primer álbum largo supone un gigantesco paso al frente para Adrián, Gonzalo, Ramón y Juandi, llamados a formar parte de las quinielas festivaleras y a hacerse hueco en nuestras oraciones. Claim alternan guitarras y sintetizadores, porque no consideran incompatible la intensidad y la accesibilidad, y aspiran a resultar adictivos sin bajar la guardia con unas letras luminosas, pero no condescendientes. Una de sus grandes bazas es la voz de Adrián Riquelme, grave, bien timbrada y profundamente seductora, que no desentonaría entre los admiradores de Izal aunque algunas inflexiones podrían equivaler a una versión sosegada de Bunbury. En torno a ella se consolida un sonido expansivo y pegadizo, rico en estribillos francos (“Última noche en la Tierra”, “Sábado”, “Sofá Paraíso”) pero no necesariamente tibio. Así, “La fatiga de Moriarty”, otra de las bazas más poderosas de la colección, se centra en la congoja de la huida al extranjero de tantos jóvenes talentosos, una problemática con la que estos cuatro chavales en torno a los treinta están, por desgracia, muy familiarizados. Ese componente vivencial y sincero enriquece un disco estiloso; tanto como para que haya visto la luz, por cierto, con nueve portadas distintas, a cuál más linda. Puede faltar aún algo más de variedad melódica o mayores divergencias sonoras entre los ingredientes. Pero “cualquier sitio es bueno para volver a empezar de cero”, y este sofá parece un muy buen punto de partida.

 

 

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