De entre las cajas antológicas, recopilatorios y tesoros desempolvados de los archivos que han visto la luz en los últimos tiempos se nos ocurren pocos tan apreciables como este que nos traemos entre manos, una Caja de joyas que hace honor a su título, por contenido y continente. No se trata de una edición al alcance de todos los bolsillos, como suele suceder en estos casos y parece inevitable ante sus dimensiones. Pero esta colección de ¡ocho! cedés resulta efectivamente apabullante desde el momento mismo en que la desprendemos de su envoltorio plástico. Preparémonos para nueve horas cumplidas de música prácticamente desconocida, a pesar de la celebridad de su firmante. Es más, hasta un total de 60 cortes, no lejos de la mitad del total, llegan con la vitola de inéditos. Y la presentación, por aquello de reflejar la parte táctil y fetichista, es hermosísima: formato de álbum fotográfico de tapas gruesas, lámina de cartón para cada uno de los cedés, textos específicos para la ocasión, información exhaustiva (así, así) e incluso comentarios pormenorizados del propio John para las 31 primeras canciones, las incluidas en los dos primeros discos.

 

Esas dos primeras entregas corresponden a los Deep tracks, las canciones publicadas en los álbumes oficiales que pasaron más desapercibidas y alejadas de las listas de éxitos y las reproducciones masivas en la era de las plataformas. Elton ha publicado con regularidad durante medio siglo y asume más de 40 álbumes bajo su firma, y hace bien en rebuscar para sacar pecho de piezas de las que se siente tan orgulloso como las más obvias, de Your songRocket manCandle in the wind. Es muy entretenido poner a prueba nuestra propia memoria: muchas las hemos escuchado y no las recordamos bien.

 

Pero el auténtico meollo de la cuestión llega en los discos tres al cinco, las Rarities que aportan la inmensa mayoría de inéditos al lote. Alguna, muy pocas, había visto la luz en To be continued…, la excelente cuádruple caja antológica de 1990, descatalogadísima y, después de esta Jewel box, ya muy desfasada. La escucha es laboriosa, porque muchos de los 65 cortes son maquetas caseras de piano y voz, pero asombra que varias obras maestras no vieran nunca la luz. Empezando por Scarecrow, la primera canción jamás compuesta al alimón por John y su letrista ya inseparable, Bernie Taupin, cuando aún ni siquiera se habían conocido en persona.

 

Con 12 de esas composiciones podremos incluso reconstruir y completar las piezas del que debería haber sido el trabajo de debut de Elton John, Regimental Sgt. Zippo (1968), que se quedó en los archivos para dar paso al estreno oficial un año más tarde, Empty skyRegimental… no habría sido ningún gran éxito (¡ni siquiera Empty sky lo fue!), pero A dandelion dies in the wind, When I was tealby abbeyYou’re my woman (Nina) eran ya páginas maravillosas.

 

En comparación con tantas emociones desde el punto de vista histórico, los discos seis y siete son más convencionales, puesto que se centran en las abundantísimas caras B que nunca llegaron a los elepés. Es decir, los muy fieles las conocerán, pero no el común de los mortales. Y ahí surge, por ejemplo, el single en francés a medias con France Gall de 1981. O la otra colaboración con Kiki Dee para complementar Don’t go breaking my heart. Por último, el octavo disco es una selección curiosa del propio Elton como acompañamiento o complemento musical de su reciente autobiografía, Me. Salvo Philadelphia freedom y un poco A song for Guy, tampoco hay nada demasiado identificable aquí: más cortes profundos, en suma. Y, como postre final y definitivo, ese (I’m gonna) love me again que le sirvió a nuestro hombre para aportar un título específico a Rocket man, su valiente biopic (a años luz de Bohemian rhapsody, reconozcámoslo). Y, de paso, llevarse el Óscar a la mejor canción.

 

Hay, en fin, muchísimo trabajo aquí para nuestros oídos. Tanto que, incluso, John se reconcilia con un disco que él mismo siempre aborreció, Leather jackets, e indulta una de sus canciones, Hoop of fire. Pocas veces una escucha tan extenuante acaba resultando, a su vez, tan satisfactoria y esclarecedora.

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