El coleccionismo, el completismo y la militancia forofa nunca fueron ocupaciones baratas, y esta caja antológica de ¡seis cedés! y un blu-ray con la versión restaurada de la imprescindible película Elvis on tour, es, con su precio de venta cercano al centenar de euros, otro ejemplo magnífico sobre la prevalencia de la norma. ¿Merece la pena afrontar el desembolso, si las finanzas domésticas lo permiten? Para el común de los mortales, no. Pero para los amantes de Presley –uno de los artistas más grandes que conoció el siglo XX, más allá de disparates, desvaríos y decisiones erróneas múltiples–, este es un manjar pantagruélico y sencillamente prodigioso. Porque no parece nada arriesgado proclamar que aquella gira del 72 fue, en términos musicales, la más gloriosa, arrolladora y apoteósica que el bueno de Elvis Aaron llegó a protagonizar encima de los escenarios.

 

Vayamos con el repaso cuantitativo. El menú comprende cuatro conciertos íntegros allá por abril de 1972, en Hampton Roads, Richmond, Greensboro y San Antonio, así como un repaso a las dos largas jornadas de estudio, el 30 y 31 de marzo en el cuartel general de RCA, que Elvis y los suyos dedicaron a los ensayos de la gira. La suma arroja un total de 145 cortes, 91 de los cuales no habían visto hasta este momento la luz del día. En realidad, solo el soberbio concierto del Convention Center en San Antonio había quedado perfectamente documentado en Elvis: Close up (2003), una de las múltiples cajas antológicas previas que ya existen sobre la figura de nuestro desdichado héroe de Tupelo, aunque en ese caso hablábamos de un objeto de solo cuatro cedés. Algunos ensayos figuraban en Elvis on tour – The rehearsals (2004), pero poco más había emergido de todo el tesoro sonoro ingente que ahora, medio siglo después, nos traemos entre manos.

 

¿Objeciones? La más elemental, que gran parte de los títulos se repiten de manera insistente a lo largo de las cuatro veladas y los preparativos previos, por lo que esas 145 grabaciones se traducen en solo cuarenta y poco canciones distintas. Y la inevitable, que durante cuatro extensos conciertos pulsando la tecla Rec puede producirse algún que otro percance; el más aparatoso, que la voz de Presley se evapora durante un minuto largo en la toma de I got a woman correspondiente al Coliseum de Hampton Roads. Teniendo en cuenta que el percance acontece cuando apenas llevamos cinco minutos disfrutando de estas seis horas de material, el susto es superlativo. Tranquilidad, ahí acaba el listado de incidentes relevantes. Y la impresión general, desde la primera escucha, ratifica la impresión de que aquel 1972, durante el que el Rey se subió ¡165 noches! a los escenarios, fue el último auténticamente pletórico de su trayectoria.

 

Todos sabemos de la importancia de la película Elvis on tour, que ganó el Globo de Oro al mejor documental y aquí se recupera, restaurada, en todo su esplendor. Ahora bien, a lo largo de aquel extenuante 1972 Elvis y RCA optaron por inmortalizar discográficamente el álbum Elvis: As recorded at Madison Square Garden, donde se quintaesencia sus cuatro noches en el templo neoyorquino, exitosas pese a que las crónicas hablan de un Presley nervioso y excitado como un chiquillo principiante. Y como consecuencia de todo ello, Elvis on tour pasó a la historia como el único largometraje del Rey sin su equivalente fonográfico. Hasta ahora.

 

El valor histórico de este material, en definitiva, parece del todo incuestionable. Y el musical, también. Elvis disponía para aquella gira de una banda reputadísima, con ocho instrumentistas principales, las voces góspel de The Stamps Quartet y la orquesta que dirigía Joe Guercio. Así que el ambiente es tan sudoroso y flamígero que no recuerda tanto a Tom Jones, una de las últimas grandes amistades de Presley, como a dos referencias quintaesenciales, salvando las distancias: los Mad dogs and Englishmen de Joe Cocker y aquella Caledonia Soul Orchestra con la que el mejor Van Morrison que han conocido los tiempos nos legó los conciertos inmortalizados en el superlativo It’s too late to stop now.

 

El empuje aquí es parecido, con Elvis concediendo, sí, algunos de sus clásicos más enormes, pero ventilando All shook up, Hound dog, Love me tender o Love me casi siempre en menos de dos minutos (¡o  menos!) para enfocarse en el repertorio reciente, el que había ido afianzando a partir de su regreso triunfal del 68. A Elvis Aaron Presley no le acompañaron, en fin, las circunstancias, su propia personalidad voluble y eso que podemos definir como el entorno, pero este cofre impresionante refleja, más allá de consideraciones colaterales, hasta qué punto llegó a ser grande mucho después de haber prendido la llama de la historia.

 

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