A muchos de nosotros, en aquel ya más bien lejano 1985, este álbum nos parecía el compendio más perfecto de la ternura. Entonces no lo habríamos llamado compendio, claro, ni mucho menos aún epítome, y además no manejábamos el inglés suficiente como para darnos cuenta del trasfondo de crítica social y pesimismo borrascoso que latía en algunas de las composiciones. Qué cruel llegó a ser aquella Inglaterra de Thatcher; y qué impúdico su implacable ultraliberalismo, sin que ello nos llevara a proponer, como haría el amigo Morrisey no mucho tiempo después, su paso por la guillotina…

 

Era tierna ya la portada misma de Love not money; tan linda, con esos dos chiquillos aliviando sus vejigas en ese blanco y negro tan cautivador (algo de la grisura del álbum lo simbolizaba esa renuncia al color, claro). Y era sencillamente maravilloso apuntar con la aguja al primer corte y encontrarnos con ese abrazo de pop esperanzado que era y es When all’s well, tan fresco e instantáneo, tan endemoniadamente bonito, tan alentador. Tres minutos exactos. El pop en su quintaesencia. La perfección. La cuadratura del círculo.

 

Ya le habíamos echado el ojo a la inquebrantable pareja de Tracey Thorn y Ben Watt con Eden (1984), un debut no menos magistral que este segundo capítulo, solo que con ese aire medio brasileño que de aquella comprendíamos algo peor; estábamos cursando las primeras lecciones de música popular y éramos más refractarios a lo que se apartara del canon. Love not money, por el contrario, era pop británico canónico, precioso, hecho con tejidos no muy alejados de aquellos que ya nos habían volado la cabeza dos años antes, cuando descubrimos a Aztec Camera y su Walk out to winter.

 

Era todo tan perfecto que cada cara incluía cinco canciones y la primera de la B, Ballad of the times, pasaba por ser la otra joya de la corona. Aunque también asomaban por la colección Angel y Are you trying to be funny, al tiempo que Ben exhibía su voz tristona –entonces frágil y entrañable, con el tiempo cada vez más adorable– en la medio irlandesa Sean. Cada una de las muchas reescuchas certifica las impresiones de lo que fue un auténtico flechazo. Porque Love not money, igual que esos grandes amores a primera vista, seguramente sea también casi eterno.

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