Wild Beast fue una de esas bandas que siempre pareció llamada a grandes logros y nunca acabó de cumplir las expectativas, quién sabe si por disensiones internas o porque no fueran tan endemoniadamente brillantes como ellos mismos pensaban y a veces algunos llegamos a intuir. El caso es que a la amargura de la despedida, en 2018, sobreviene ahora la sorpresa de la reinvención de su cantante, Hayden Thorpe, como el autor de uno de los discos masculinos más ultrasensibles y conmovedores de la temporada. Diviner es un álbum muy bello que puede no entrar a la primera, porque su tono espiritual y aparentemente pesaroso y monocorde se prolonga casi sin excepción a lo largo de sus diez cortes. Pero ya la canción titular, que además sirve para abrir la colección, es excepcional, aparte de ser la única que no está rubricada en solitario: el también británico SOHN figura como coautor y ayuda a acentuar ese regusto de electrónica orgánica, de máquinas con alma y mística atemporal envuelta en sonidos propios de nuestra época. Pero Diviner es una obra sobre todo pianística, escrita en soledad y desde lo más profundo de los pensamientos de su autor, un hombre que parece conocer bien el dolor y el regocijo de las relaciones interpersonales. Su voz aguda puede colocarnos en algún lugar intermedio entre Antony Hegarty, Perfume Genius e incluso Seal, porque algo de ese soul contemporáneo que no renuncia a la electrónica (James Blake) termina subyaciendo en todo este concepto sonoro. Los arreglos de cuerda son magníficos en In my name, otra disertación sobre demonios interiores, mientras Love crimes es lo más parecido a un tema pegadizo y la hipnótica/robótica Earthly needs llama en sus paisajes machacones a las puertas de Depeche Mode. Llamarlo divino quizá sería hiperbólico, pero he aquí un disco extraordinariamente seductor y sugerente.

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