Human’s lib dejó una hondísima huella nada más ver la luz, durante los primeros compases de 1984. No tardaría en liderar las listas británicas de álbumes pese a coincidir con una cosecha particularmente pródiga, sumó hasta cuatro sencillos de éxito a ambos lados del Atlántico y se erigió como referente de ese pop con sintetizadores que gozaba de tanto predicamento en la época. El tiempo, sin embargo, le concede otra perspectiva inesperada. Era un ejemplo destacado, ya lo sabemos, de aquella música infecciosa y robótica que aunaba el gusto por los ganchos melódicos con una fascinación quizá desmedida y alucinada por las maquinitas. Pero hoy sorprende reparar en que, más allá de su fachada vanguardista, latía el corazón de un autor clásico de (grandes) canciones.

 

Entre el despliegue tecnológico y aquel terrible pleno cardado de su protagonista, que parecía acabar de someterse a una electrocución, tendemos a situar este debut como un hijo destacado de su tiempo. Y es verdad, claro, pero siempre nos quedó la sensación de que un Howard Jones más entrado en años habría conseguido recobrar la atención sobre su figura con una versión desenchufada de estas diez piezas (u 11, si incluimos el instrumental China dance, en origen la cara B de Hide & seek pero hoy incorporada a casi todas las ediciones). Los noruegos A-Ha, por ejemplo, debieron meterse en vena Equality –que esconde en su pálpito infecciosísimo un mensaje antiapartheid– antes de entrar a grabar Take on me. Un dato curioso: Neil Tennant, que aún ejercía como periodista musical mientras iba perfilando el prodigioso artefacto de Pet Shop Boys, escribió de este disco que era perfecto para los amantes de… ¡Supertramp! Parece una asociación estilística improbable, pero demuestra que Neil también se percató del vigor de las composiciones más allá de su gélido y tecnologizado envoltorio.

 

Producía, mucho cuidado, el ilustre Rupert Hine, también inmerso de aquella en algunos cortes de Private dancer, el disco de regreso de Tina Turner. Y para el recuerdo, la rotundidad de la famosísima What is love, aunque con el paso de las décadas también vayamos reformulando las debilidades. Por eso hoy produce más admiración la melancolía poética de Hide and seek o los brutales ganchos rítmicos de New song. Incluso el frenesí de la máquina en Human’s lib, el tema titular, puede contemplarse hoy como un anticipo de nuestros Azul y Negro. Jones se graduaría en términos de popularidad con el concierto Live Aid, disfrutaría aún de un par de álbumes muy exitosos y preparaba No one is to blame, una de las mejores y más solemnes baladas de la década. Pero este primer disparo acabó siendo, incluso visto desde hoy, el más certero.

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