He visto tres o cuatro veces en directo a Imagine Dragons en los últimos años y no puede negárseles la complicidad, la química, incluso la zalamería para con el público. Nunca han pretendido ser innovadores o atrevidos, y hacen bien en asumir que la suya no es esa liga; pero como entretenedores ligeros son, permítase la paradoja terminológica, cosa seria. Y esa seriedad a la hora de afrontar la diversión se certifica ahora con un disco que nadie esperaba, porque el año y medio escaso transcurrido desde “Evolve” (2017) es poquísimo tiempo para los estándares del pop comercial y las giras de formato respetable. “Origins” funciona casi como un catálogo, un ejemplo de pop a la carta para llenar pabellones. No hay ninguna sorpresa, más allá de una solvencia casi matemática a la hora de conectar con ese público joven y alborotado al que le sonríe la vida. “Zero” apela al pop sintetizado de los ochenta, no muy lejos del “Take on me” de A-Ha; “Bullet in a gun” se aproxima a la chulería urbana y “Digital”, al rapeo; la bonita “West coast” parece un préstamo de los primigenios Mumford & Sons y “Natural” vuelve a ser un primer sencillo imbatible, como en su momento “Radioactive” o “Believer”. Al bueno de Dan Reynolds, ese que se nos presenta como “Danielito” cada vez que cursa visita, no le faltarán bazas para seguir luciendo palmito y conseguir que sus fieles más involucrados sigan sudando a chorros. Otra cosa es la evanescencia, la falta de poso. Pero para los días de dieta ligera, esa que se baja en pocos minutos a los pies, este menú es variadito y perfecto.

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