Alguien capaz de escribir una canción como Invierno a la vista merece, en efecto, que le abramos las puertas de nuestra salita de estar y brindemos cobijo. La pieza que abre la tercera entrega de Izaro Andrés y sirve en parte para titularla constituye una semblanza adorable de todo eso por lo que los meses de frío pueden merecer la pena; en particular, la búsqueda del calorcito a través de un cuerpo cómplice. De ahí esa frase, “Llegó la conquista de los pies fríos”, que supone un hallazgo delicioso como idea-fuerza, junto a otras pinceladas (balcones mojados, leña recogida, chocolate caliente) con las que casi percibimos, a través del estímulo auditivo, el mismísimo crepitar de la chimenea. Es la prueba de talento más palmaria y decisiva que podía ofrecernos esta cantautora vasca, que además ha tenido el buen gusto de invitar a Xoel López para que aporte una segunda voz a su nueva canción emblema; pocas veces una colaboración, de un nombre a priori más conocido, no es tanto un aval o refrendo, sino una decisión artística sabia. La chavala de Mallabia (Vizcaya) se sitúa definitivamente así, a sus 26 añitos, como una de las voces decisivas en el panorama vasco, y sus limones invernales constatan un doble eclecticismo del que siempre ha hecho bandera: el lingüístico, con su absoluta naturalidad para escribir en castellano, euskera o inglés de manera indistinta; y el estilístico, puesto que hay poco margen de repetición en estas diez nuevas páginas, cada una de su padre y de su madre hasta configurar un hábil poliedro. Entre los vértices más afortunados, sin duda, Mi canción para Elisa, con su sabrosura casi latinoamericana en el estribillo (“Y a su vida entera, su vida entera, su vida entera”), o París, cuyo título y el ritmo de vals ya nos sirven para ubicarnos en una irresistible canción de amor. Merece la pena que alguien nos eche una mano con la lengua vasca para desentrañar versos como “Se me han pasado tres horas mirando tus manos” o “Quizás no te haya dicho nunca que me encanta el reflejo de la vida en tus ojos”. No todo iba a ser tan endiabladamente brillante, en particular en el caso de Aquí y su tono casi infantil y algo enojoso. Pero el balance es positivo de manera abrumadora. Y cabal: ya le seguíamos la pista, claro, pero ahora queda claro que el nombre de Izaro llegó para quedarse.

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