Sorpréndanse. Diremos más: asómbrense. Este disco se escapa de todos los canales convencionales, pero merece mucho más que la mera curiosidad. Last Knight es una especie de superbanda del rock progresivo ¡asturiano! Y desde el Principado, estos seis muchachos (con el bajista Pablo Lato como productor y coautor, Gustavo Lato a la voz y el teclista José Manuel Medina ejerciendo la producción ejecutiva y como compositor principal) han querido recorrer los siete pecados capitales, siguiendo el guion de La divina comedia. Es decir, un álbum conceptual en toda regla, absolutamente meditado y de ambiciones nada medianas. Estamos hablando de una obra grabada en Gijón que incluye siete piezas, una por pecado, y ronda los 70 minutos de duración, lo que da idea de las dimensiones del proyecto: algunas de las páginas, como Lust (Lujuria) o Envy (Envidia), son verdaderas suitescon hasta media docena de movimientos y un desarrollo lo bastante complejo como para no desmerecer frente a los grandes clásicos del género sinfónico. Por cierto, hay también pasajes orquestales para los que el sexteto encuentra el respaldo de la denominada Somnus Symphony Orchestra: pocas bromas, insistimos. Podríamos matizar que la idea de los Seven sins no es del todo original (Kurt Weill ya recurrió a ella, sin ir más lejos). Y tampoco sería descabellado animar a nuestros roqueros progresivos astures a que prueben a dar en el futuro otro paso aún más valiente, el de la narración temática en castellano; entre otras cosas, porque la voz de Gustavo Lato no siempre suena del todo natural en inglés. Pero la mera existencia de una obra de esta naturaleza y dimensiones constituye todo un prodigio. La banda ha querido dedicar su trabajo a un personaje tan querido en el gremio como el cantante y bajista John Wetton, fallecido un par de años atrás, con solo 67 años, tras haber dejado su huella en King Crimson, Uriah Heep, Wishbone Ash, Asia o incluso Roxy Music y Bryan Ferry. Son nombres absolutamente referenciales, aunque puede que el que más nos venga a la cabeza durante esta hora y pico de diabluras sinfónicas sea el de Marillion. Lo cual, evidentemente, no está nada mal.

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