Hay un sentido del humor inteligente, entre cáustico y ligeramente perverso, en todo cuanto atañe a Víctor y Rubén, los cerebros detrás de este artefacto mordaz y malvado que bautizaron como Los Manises (aunque ellos mismos se divierten en la pegatina de la portada fabulando con errores plausibles en torno a su nombre) y donde ya los mismos títulos desempeñan un papel de relieve: si el EP de estreno ya prometía bajo su etiqueta de Aristocracia y underground (2020), aunque la pandemia les arruinara entonces las bromas y las expectativas, necesitábamos una denominación como este sardónico Todas son correctas para que el primer elepé conservara ese encanto de la incorrección, la sorpresa y las gotitas de bilis.
Lleva un rato pillarles el tranquillo a estos chavetas lúcidos, que de entrada (Cienmásuno) se sumergen en la onda de unos Depeche Mode iniciáticos e industriales, aunque sus juegos de dos voces por la franja aguda de la tesitura trae a la cabeza a otros paradigmas ochenteros, Tears for Fears. Es pintoresca la interacción vocal de Rubén y Víctor, responsables casi de una suerte de canto bifónico que a ratos se volverá bailable y latino, incluso desde la postura incómoda, inadaptada y hasta anticlerical de Espectacular.
Lo de nuestros Manises transmite sensación de grito hueco y amortiguado, como de proclama amordazada, que en A todo querer se agudiza desde el principio con su retahíla de apuntes incongruentes. El percutir del bajo eléctrico hace más amigable en 3368-CPN, con su nueva y tímida incitación al baile, aunque sea ensimismado y en soledad. Pero puede que lo mejor del lote lo encontremos con G.A., otro título ininteligible que esconde un inesperado y excelente instrumental: tres minutos y medio que parecen bucear en los vinilos de New Musik o The Durruti Column de cuatro décadas atrás.
La cara B se vuelve razonablemente más peliaguda, desde la reconcentrada Amanece al machaconeo rítmico de Algo que algo que (el mismo título, como de viandante grogui, ya lo dice todo) y el trazo progresivamente hipnótico de Apóstolos. Los Manises no son los chicos más embaucadores de la clase, sino, en todo caso, los raros. Los que esgrimen las bromas privadas y las autorreferencias como elementos de un discurso que al final nosotros, aun sin saber bien por dónde nos vienen los tiros, acabamos haciendo propio.