Dos años ha tocado esperar, entre pandemias y demás vicisitudes, para disfrutar entre las manos de este testimonio audiovisual y sonoro de lo que sucedió el 17 de noviembre de 2019 (sí, aún en ese mundo anterior al que vivimos ahora, si recuerdan) en el WiZink Center madrileño, justo cuando se cumplían dos décadas de la partida del inolvidable Enrique Urquijo. Merece siempre la pena recordar a los grandes, más aún a aquellos que se marcharon demasiado pronto. Y esta entrega, además de una colección de 20 títulos memorables, es un precioso acto colectivo de amor y justicia. Con Los Secretos cediendo durante el primer tercio de la noche todo el protagonismo a un sexteto de músicos de la escena madrileña, The Jazzville Band, antes de poner el pie en el escenario.

 

Es durante ese “primer acto”, presidido a nivel escénico por el inconfundible neón rosa de la sala Galileo Galilei, cuando se recuerda al Enrique más cercano, el de los garitos, el circuito de la canción de autor y las distancias cortas. Los oficiantes son algo menos ilustres, pero Jorge Marazu siempre destaca en estas ocasiones (aquí, con Y no amanece), Rebeca Jiménez ejerce de imprescindible con Adiós tristeza y Vicky Gastelo desempolva la joya menos divulgada de toda la colección, ese Demasiado tarde prodigioso para la sustantiva aventura paralela que fue Enrique Urquijo y Los Problemas. Una banda concebida, precisamente, como salida de guion; un regreso al escenario pequeño frente a ese relumbrón de los grandes aforos que tanto incomodaba al homenajeado.

 

Quienes disfrutamos de aquel domingo nostálgico y gozoso en el pabellón de deportes madrileño recordamos que hubo un interludio entre esa Jazzville Banda y el tramo final de los grandes nombres, un pasaje de tres piezas en formato orquestal, una de las múltiples modalidades de reinvención que Álvaro Urquijo, Ramón Arroyo y Jesús Redondo han manejado a lo largo de estas dos últimas décadas de orfandad. Las complejidades técnicas obligaron a que hubiese material pregrabado durante esa franja de concierto, así que hacen bien Los Secretos en prescindir de ella para la posteridad.

 

Mejor entregarse al prolongado festín definitivo de grandes invitados, sin duda. El repertorio de los Urquijo es tan fértil y abundante, y la agenda tan abultada, que no se escatimaron esfuerzos para la ocasión: Mikel Erentxun, Rozalén, Miguel Ríos, Manolo García, Amaral, Coque Malla, Alejo Stivel… Toda una plana mayor del pop en castellano, aristocracia cómplice y humilde, muchas lágrimas compartidas en el amor, la música y la pérdida. Ya habíamos escuchado Buena chica en la voz de Eva Amaral y Ojos de gata junto al incombustible Ríos, pero la complicidad se multiplica en una tanda muy calurosa.

 

Déjame propicia la reconciliación fraternal con Javier Urquijo, tercer vértice del triángulo original en la familia madrileña. Y el secreto más joven, Txetxu Altube, auténtico legatario de las esencias, lo borda con Volver a ser un niño. Que es, precisamente, Enrique en vena. Un precioso tributo, merecidísimo para un cancionero tan eterno como el que nos ocupa.

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