Loudon se divierte. Mucho. Puede parecer un objetivo modesto, pero no lo es, tal y como están el mundo, la vida, las cosas. Y llega un momento en que quizá tampoco se aspire a mucho más. El papá de los Wainwright ha demostrado cualidades inmensas a lo largo de varias docenas de álbumes (y no es hipérbole, sino mero cómputo). Llegados a los setenta y tantos, intuimos que le apetezca levantar el pie. Y entregar seguramente el álbum más afable de toda su trayectoria, aunque su liviandad sorprenda en un caballero de tan honda escritura como la suya.

 

Por lo pronto, la pluma aquí ha quedado orillada. Loudon ha ejercido desde los primeros años setenta como autor prolífico, pero llevaba seis años sin dar señales de vida discográfica y ahora, en el momento de la reaparición, nos sacude todos los esquemas previos con un disco de versiones. Ni siquiera escogidas de entre compañeros de la causa trovadoresca, qué va. Escoltado por los exquisitos Vince Giordano y sus Nighthawks, este Wainwright de la tercera generación se desmarca con un puñado de clásicos tomados ¡de los años veinte y treinta! Canciones que triunfaban en los tiempos de apogeo de los discos de pizarra y las 78 revoluciones por minuto. Piezas añejas pero inmortales, de esas que Woody Allen repasaría a la hora de ponerle música a los títulos de crédito cada vez que finaliza una película.

 

¿Qué sentido tiene I’d rather lead a band? Seguramente el del pasatiempo. Y, visto todo lo que está cayendo, hasta puede que el escapismo. Pero la aproximación es marcadamente antinostálgica. El papá de Rufus y Martha no acentúa las canas y arrugas de los originales. Tampoco los traviste, claro. Pero consigue que Ain’t misbehavin’A perfect dayHeart and soul o Between the devil and the deep blue sea  no suenen arqueológicas, sino sencillamente inmortales. Ya podían tomar nota Rod Stewart o Michael Bublé, sin ir más lejos.

 

Quedémonos, si nos vemos en el trance de escoger, con la fantástica My blue heaven. Fue número 1 durante 13 semanas en la voz de Gene Austin allá por ¡1928! Vendió 5 millones de ejemplares. Dicen que es el sencillo más vendido de todos los tiempos. Aquí la reescuchamos como si no hubiéramos tenido nunca noticia de ella. Es resplandeciente. Debe de ser duro ejercer como progenitor (a veces repudiado) de genios incuestionables. Pero es imposible afearle nada a un disco tan poco ambicioso como rabiosamente vitalista. 

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