Incluso quienes no estén muy familiarizados con el nombre de Lluís Costa o con el pop cantando en catalán pueden sentirse cercanos y cómplices a este Viaje a la inmensidad. A Costa nos lo hemos encontrado en abundantes aventuras ajenas (ha ejercido de acompañante y productor de Adrià Puntí, por lo pronto), pero bajo este epígrafe de Luw se convierte en un hombre de largo recorrido en el que confiar. Nos situamos en Girona y bajo las coordenadas del pop-rock en catalán, pero basta escuchar la inicial Mil planetes para comprender que la mirada es particularmente holgada desde una perspectiva geográfica y estilística.

Costa es un clásico estiloso y exquisito. Los planetas del título inaugural remiten de alguna manera a su amado Bowie, el mismo que medio siglo atrás pedía línea directa con Major Tom. Sirva la comparación como refrendo de que el repertorio de este Viatge… no busca tanto la innovación como las hechuras consolidadas. De ahí que La noia del paraigua parezca mirar en dirección a The Cure; ahora que llevamos varios años con la intriga de hacia qué dirección dirigirá sus pasos Robert Smith, he aquí una candidatura catalanoparlante para seguir los moldes de Friday I’m in love.

Porque a Luw, de una u otra manera, se le acaban advirtiendo siempre los galones. Este es el repertorio de un hombre al que le sobran avales, trienios e influencias. De ahí, precisamente, que se vuelva adictivo con independencia de nuestra mayor o menor familiaridad con el catalán. ¿O es que Teenage Fanclub no habrían sido felices con el guitarreo crepitante de En un instant? Da igual que Lluís se escore hacia su vertiente más eléctrica o la acústica (El nen que torna a casa), porque siempre logra erigirse en referente cercano, familiar, elegante. He aquí un ejemplo palmario de alguien que no ha utilizado los años de carretera solo como refrendo curricular, sino para ir edificando un territorio francamente exquisito.