En el siempre difícil, delicado y sutil equilibrio entre tradición y modernidad, la asturiana Marisa Valle Roso asume esta vez que el riesgo es un ingrediente ineludible para el progreso. Lo fugaz es ya el tercer disco de esta joven nacida hace 34 años en Langreo, pero la vigorosa folclorista que conocíamos hasta ahora da esta vez paso a una creadora decidida a enarbolar la primera persona, una compositora de sus propias canciones que ahora no es ya tan tradicional como cantautora de barnices electrónicos e inspiración en los ancestros. No hay instrumentos terruñeros, de hecho, sino una alineación estrictamente de pop (guitarras, teclados, bajo, batería, percusión y programaciones) que se ciñe, eso sí, a las enseñanzas de la tonada.

 

Folclor contemporáneo, pop enraizado o llámenlo como les apetezca. La cuestión es que Marisa nunca había mostrado tanto ni llegado tan lejos, y eso ya supone un triunfo.

 

Detrás de esta evolución surge la figura decisiva de Charlie Bautista, que asume toda la instrumentación, producción y arreglos, un cúmulo tan grande de responsabilidades que casi podríamos hablar de un dúo tácito. Bautista, integrante de Egon Soda y escudero esencial de Xoel López, entre otros varios cientos de ocupaciones, desarrolla un ejercicio admirable de eclecticismo. Deja espacio muy amplio para la voz de Valle Roso, robusta, esencial y emotiva, pero lo adereza todo de una pátina muy atractiva de modernidad. Tonada moderna, sí; o tonada sui géneris. Todo será que haya quien les acuse de supremacistas asturianos.

 

La personalidad sin cortapisas se traduce en un lenguaje más contemporáneo, directo y, sobre todo, comprometido. Estremece el canto dolorido de Títere o esclava, conmovedor lamento en torno a las mujeres víctimas no solo de maltrato, sino de incomprensión. Estimula Cantemos, casi un himno o talismán para el progreso de cosas y personas. Emociona Tonada, a la vez tan antigua y tan apegada al siglo que nos compete. Y rearma Compañeras en su condición de cántico feminista y solidario, de voz personal y a la vez colectiva. Valle se erige así en la homóloga asturiana de la catalana Sílvia Pérez Cruz o la gallega Mercedes Peón. No es poca cosa, sino, más bien, el indicio de que esta reinventada artista langreana, adulta y decidida, orgullosa y esencial, puede brindarnos grandes momentos.

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