Nada que ver con lo que cualquiera podría imaginarse. Marisol había sido el paradigma de los niños prodigio durante los años 60, un rostro angelical que encandilaba a grandes y chicos cuando irrumpía en la pantalla cantando y bailando, por ejemplo, La vida es una tómbola. Pero aquella sonrisa radiante, jovial y tocada con sombrerito cordobés había dejado paso a otros semblantes mucho más graves. A mediados de la década siguiente ya había cambiado de registro con el trémulo Háblame del mar, marinero, donde ejercía de musa para el compositor Manuel Alejandro. Y en Galería de perpetuas, aun manteniendo aquel viejo nombre artístico de la infancia, Pepa Flores se propuso rematar su trayectoria con el disco más temperamental, crudo y comprometido de todos cuantos grabara, una obra resuelta y feminista que, para disipar cualquier atisbo de duda, se atribuyó el subtítulo de Canciones para mujeres. Su reedición, 40 años después y coincidiendo con el Goya de Honor para la Flores, constituye un maravilloso acto de justicia.
 
En la génesis de todo el proyecto figuraba el letrista Pedro Luis Pérez de los Cobos, hombre culto y curioso que emergió de la mano de Vainica Doble y ya había ocasionado algún revuelo con No hay derecho, de Aguaviva. Con su gracejo habitual, Pedro Cobos se puso en contacto con el productor y amigo José Nieto para espetarle: “Mira, nene, tengo por aquí unas letras para mujeres, así como feministas. Voy a hablar con Gades”. Y a Antonio, marido de Pepa, bailarín universal y hombre de filiación comunista nunca disimulada, la idea le pareció mejor que bien: un álbum valiente y corajudo para reivindicar a las mujeres (con bemoles).
 

“Era un disco muy duro”, certifica Nieto. “A Pepa se la seguía asociando con el pop suave y las baladas, pero esta vez se mojaba con letras muy crudas y desgarradas. Tardó mucho en comprenderse. Fue una obra extemporánea con la que, en su momento, no logramos la más mínima repercusión”. El vinilo, en efecto, arrancaba desde su primera línea con espíritu desafiante (“Hay cosas / que hay que arrancarlas de cuajo / y echarlas en una fosa”) y se adentraba en doloridas crónicas de indignidades (el tema central) o, con La siesta, en la peliaguda temática de la violación a una joven.

 
En la parte musical, Pepe Nieto ahondó en un universo de copla evolucionada y heterodoxa, con algún fleco jazzístico y hasta de tecno-pop, que le resultaba muy natural para la época. No en vano, tenía aún frescas las experiencias de Las Grecas y de los primeros discos de Manzanita, siempre junto al productor José Luis de Carlos. “Mi mayor motivo de orgullo”, rememora el autor, “fue el día que se me acercó Rafael de León para decirme: ‘Nieto, he oído ese disco que ha hecho con la Pepa. Tenemos que escribir un pasodoble usted y yo juntos’. Siempre lamenté que falleciera antes de poder hacerlo. Habría sido un honor”.
 
Galería…se entregó a la fábrica tras apenas diez días de trabajo. Gades asistió a la grabación, silencioso y fascinado, y no pudo reprimir los gestos aprobatorios a las sesiones para la portada, en la que Marisol ladea la mirada en un blanco y negro esplendoroso. “Pepa era una profesional como he visto pocas”, recapitula Nieto. Conservo un recuerdo espléndido. Trabajadora, rigurosa, seria. Con todo aprendido, sin protestar ni mirar la hora. La antidiva”.
 
pd.- Sony Music completa (y complementa) la jugada con un doble cedé, Orígenes, que documenta a lo largo de ¡62! cortes los avatares de la Marisol niña prodigio, la que entre 1960 y 1964 ejerció en la pantalla grande como precoz heroína infantil. Se trata de una obra para completistas, claro, pero hay mucho original de Augusto Algueró y de los hermanos García Segura en esos surcos. Y alguna canción, como Chiquitina, evidentemente adorable…

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