En su momento percibimos este Blue sky mining como el álbum de consolidación de una banda veterana, pero hoy no podemos evitar la sensación de que eran unos tipos aún jóvenes y manifiestamente pletóricos. Unos hombres combativos que, sin complacencia ni remilgos a la hora de contar/cantar las verdades del barquero, podían ser también demoledores en lo musical; adictivos, robustos, con un punto de visceralidad eufórica. Y cómo no sentirse atraídos por ese vigor acelerado.

 

El punto de inflexión había llegado tres años antes con Diesel and dust, el álbum que incluía la celebérrima Bed are burning y abrió las puertas del estrellato a los australianos. Pero Blue sky… no era una prolongación perfilada con papel de calco, sino una apelación al músculo y el relámpago. Hay electricidad y vigor en grandes cantidades a lo largo de un trabajo con tendencia a lo apoteósico. Los Oils no es que pretendieran abrumar; simplemente, se habían instalado en el amor propio y todo les cuadraba.

 

Concienciados pero no mitineros, los chicos de Peter Garrett (ese imponente bigardo de cráneo despoblado y dos metros largos de altura) acertaban en Blue sky mine con un himno de solidaridad obrera y denuncia de la opresión. Había en él una solemnidad coral, de puño en alto y garganta al rojo vivo, que servía como puente entre los escoceses Big Country o The Proclaimers con la remota Oceanía. Pero no se trataba solo de crear estribillos para ser coreados a voz en cuello en los estudios; hace falta mucha imaginación, por ejemplo, para concebir un volantazo armónico como se le imprime a la canción en el minuto 2’11”.

 

Stars of Warburton hace un amago de épica final que recuerda al Maggie May de Rod Stewart, pero las grandes bazas para el canturreo eran King of the mountain y, sobre todo, Forgotten years, seguramente el mejor estribillo que los de Sydney han sido capaces de concebir desde que, aún jovencísimos, comenzaron a soñar con semicorcheas a mediados de los setenta. Incluso en los momentos más tenebrosos y sombríos, como River runs red, el quinteto acababa en modo de incandescencia. A fin de cuentas, todos los acompañantes de Garrett, sin excepción, se arrogaban la potestad de las segundas voces. Con los años, el espigadísimo jefe de filas acabaría como parlamentario estatal en las filas laboristas. Tipos así, para qué engañarnos, claro que nos representan.

2 Replies to “Midnight Oil: “Blue sky mining” (1990)”

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