Algún día, y convendría que fuese más pronto que tarde, la industria discográfica española tendría que ponerse al día con la ordenación del inmenso y muy sabroso legado discográfico de Miguel Ríos. Sobre todo, porque seguimos disfrutando del magisterio de este granadino universal, inmerso desde 2011 en una retirada que se salta cuando le viene en gana, y bien que lo agradecemos. Y porque su trayectoria, de tan extensa y salpicada de cambios de escudería fonográfica, es ahora mismo muy difícil de reconstruir si no es acudiendo a tiendas de segunda mano y satisfaciendo cantidades a veces importantes. La difusa conmemoración de su 50 aniversario por lo menos nos ha servido ahora para recuperar este Despierta, un álbum notabilísimo pero ensombrecido por el éxito colosal e inimaginable de uno de sus cortes, el Himno a la alegría, que llegó a lo más alto de las listas también en Estados Unidos, Canadá, Alemania y hasta Australia. Aquella ocurrencia en torno a Beethoven, sobre todo a partir de la orquestación efectista pero brillante del argentino Waldo de los Ríos (otro personaje para la historia, aunque habrá entre las nuevas generaciones quienes no hayan leído una sola línea sobre él), hizo fortuna en medio mundo pero condenó al ostracismo el resto de grabaciones que Ríos se trajo entre manos en aquel próspero cambio de década. Las letras eran aún algo párvulas, como buenas hijas de su tiempo (y como también les sucedía a sus paisanos de Los Ángeles, por ejemplo), pero constan baladas tan maravillosas como Ella se fue, una versión muy correcta del Rock de la cárcel y alguna joya menor, hoy olvidada, como Miss Mattos o Al salir el sol, siempre con el pulso firme de Rafael Trabucchelli, el mago de la calle Torrelaguna, en la producción. Despierta era solo el segundo elepé de Miguel, que en sus primeros años se consagró casi por completo a los sencillos y a los epés de cuatro canciones. Y en realidad el medio centenario correspondería más a su antecesor, Mira hacia ti (el de El río o Vuelvo a Granada), porque esta entrega vio ya la luz en 1970. Pero da igual. Lo importante es recuperarla y descubrirla o reencontrarse con ella. Warner también ha desempolvado un disco de colaboraciones de 2001, Miguel Ríos y las estrellas del rock latino, que salió a través de un sello pequeño y se encontraba totalmente descatalogado. Pero urge una reedición cuidada y sistemática de la obra de este hombre. Constituye uno de nuestros mayores activos, como es obvio, así que se merece esa labor. En realidad, nos la merecemos todos.

 

 

 

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