En puridad, y ateniéndonos a su duración (apenas 25 minutos), deberíamos considerar esta primera entrega del canadiense Mustafa Ahmed como un mero EP, un formato al que en esta página somos abiertamente reticentes. Pero toda norma y tiene su excepción, y esta merece serla porque muchas de estas ocho canciones son exactamente eso: excepcionales.

 

A este poeta joven y de vida agitada y turbulenta se le conocía hasta ahora, de hecho, como Mustafa The Poet y había hecho gala de compromiso social hasta el extremo de conseguir que el primer ministro de su país, el siempre avispado Justin Trudeau, le designara representante de su Consejo para la Juventud. Pero más allá de sus méritos cívicos o recitativos, lo que tenemos aquí es a un artista enorme. Un cantautor de nueva generación, si queremos entenderlo así por su doble condición de compositor y vocalista, que intercala un gusto exquisito por la canción de hechuras clásicas y melódicas con la introducción de pequeños destellos electrónicos. Y siempre desde un tono sosegado, doliente, profundamente intenso en su retraimiento.

 

Pensemos en la emoción de altísima intensidad de Michael Kiwanuka. Tengamos presente la introspección ultrasensible de James Blake, otro al que le gusta jugar con los esbozos y las pinceladas de las maquinitas. Mustafa es la suma de los dos. Sus baladas surgen a menudo de elementales arpegios con su guitarra acústica, como en las bellísimas Stay alive y Ali, dos ejemplos de que nos encontramos ante una de las nuevas figuras más deslumbrantes de la temporada. Pero el piano también puede servir como guía, y basta Capo (con la colaboración de Sampha, otro nombre muy afín) para demostrarlo.

 

El trovador de Toronto ni siquiera ha soplado aún las velas de su 25 cumpleaños, pero estos ocho ejemplos tempranos de su talento no pueden ser fruto de la casualidad. De hecho, su firma aparecía ya como coautor de dos piezas tan dispares como Attention, de The Weeknd, y Sucker, el muy bailable regreso en 2019 de los Jonas Brothers. Después de una barbaridad como When smoke rises, le lloverán las ofertas de trabajo para artistas de todo pelaje. Escuchémosle desangrarse con su voz llorosa en What about heaven mientras unas voces infantiles en bucle conducen a la trepidación. Son solo 25 minutos, sí, pero invertiremos muchos más a fuerza de repetir y repetir. Bien lo merece.

 

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