Robert Forster no inundará nunca nuestras estanterías de discos innecesarios. Jamás fue esa su vocación y menos va a serlo ahora, alcanzada ya la condición de sexagenario y con casi cuatro décadas de bagaje como autor íntegro, lúcido y amigo de la canción con poso y trascendencia. En unos momentos en los que asegura escribir solo “dos o tres” temas al año que merezcan acabar en el estudio y no en el cesto de los papeles, este Inferno solo podía ser, en buena lógica, sencillamente maravilloso. Es solo su tercera entrega solista en lo que llevamos de siglo, indicio evidente de que no se ocupa ya de menudencias, y las nueve piezas que lo integran constituyen una cosecha poco fértil, pero absolutamente esencial. En efecto: no hay un miligramo de grasa en esta colección fabulosa, cocinada muy despacio y con el chef Forster manejando con equilibrio asombroso el equilibrio entre ternura y crudeza, melodía instantánea y rasposa, armonía y vitriolo. Por decirlo de una manera gráfica: entre McCartney y la Velvet Underground. Abre la serie la fabulosa Crazy Jane on the day of judgement, corte sombrío y espectral a partir de unos versos de William Butler Yeats, pero tampoco la temática se centra exclusivamente en la mortalidad y demás pesadillas de la condición humana. El Inferno del título se refiere a la crudeza climatológica del verano en Brisbane, I’ll look after you es una balada de contención conmovedora y Life has turned a page afronta la edad madura con sabiduría serena. Y aún nos queda el chispazo de No fame, donde la herencia de sus inolvidables Go-Betweens reluce con más fuerza que nunca. Es inevitable añorar al prodigioso Grant McLennan, pero Forster nos provee aquí de un calor muy reconfortante y familiar.

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