Stevie sí que es una jefaza, una de esas artistas que altera la lógica preestablecida y el orden de los acontecimientos. En 1975, cuando aterrizó en Fleetwood Mac, parecía poco más que la novia de Lindsey Buckingham, la gitana rubia de belleza perturbadora que, por utilizar la nomenclatura futbolística, había sido incluida como añadido en la operación para el fichaje del artista principal. Sucedió, claro, que en aquel primer álbum con los Mac ya se deslizaban dos títulos enormes, Landslide y Rhiannon, de manera que machirulos y prejuiciosos tuvieron que ir emprendiendo la retirada. Y luego terminó ocurriendo, con la llegada de la nueva década, que a nuestra gold dust woman se le acumulaban los originales en la libreta y, corajuda como ha sido siempre, optó por el golpe en la mesa y el protagonismo directo, sin marcas ni intermediarios.

 

La banda matriz había respondido al éxito superlativo de Rumours con esa genialidad excesiva, delirante y desordenada que fue Dusk (1979), donde Buckingham acaparó modos y autorías durante un porcentaje mayoritario de sus 20 títulos. Y su antigua musa soltó lastre por su cuenta con este Bella donna sencillamente fabuloso, de largo el mejor trabajo en solitario que los tres autores principales de FM (ella, Lindsey y Christine McVie) han rubricado jamás. Solo el tema central, que en la maqueta ya era casi una cantinela en círculo (la edición expandida de 2016, con un segundo CD de rarezas y tomas alternativas, y el tercero con grabaciones en directo del mismo 1981, es recomendabilísima), eludía todas las convenciones. Pero es que, además, las fabulosas Think about it y, sobre todo, After the glitter fades convertían a Stephanie Lynn en una heroína vaquera, una autora que nada tendría que envidiar a una Loretta Lynn.

 

El álbum hizo fortuna por dos duelos espectaculares, Leather and lace y Stop draggin’ my heart around, respectivamente con Don Henley y Tom Petty: no cabía duda de que la sacerdotisa de Phoenix gozaba de una abrumadora capacidad de convocatoria. Por eso producía Jimmy Iovine, entonces su pareja y responsable de un enfoque particularmente orgánico; por eso la banda se nutría de los Heartbreakers y la guitarra le correspondía a Waddy Watchel. Pero quedan, ante todo, las músicas y letras, y a Nicks le surgían a borbotones. La sutil y embriagadora Kind of woman provenía de la era de Buckingham Nicks, en 1974, ¡y seguía sin ver la luz! Stevie se desquitó de todo y todos, y la historia se lo agradecerá siempre.

 

 

 

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