Timothy Showalter lleva ya un tiempo llamando a las puertas de la gloria en la canción rock estadounidense. En “Eraserland” se ha propuesto, definitivamente, aporrearlas, y será difícil a partir de ahora prescindir de su nombre en todas las clasificaciones y quinielas del sector. Afincado en Filadelfia, nuestro muy hirsuto bardo abre esta sexta entrega en formato acústico y desnudo; solo una guitarra y su voz lastimera para la espléndida “Weird ways”. Pero transcurre minuto y medio y, de repente, se abren las espuertas y sus acompañantes irrumpen cálidos y ardorosos como un abrazo largamente demorado. No se trata de aliados menores, que digamos: la banda de Tim son las cuatro quintas partes de My Morning Jacket, la alineación al completo con la sola ausencia de Jim James. Y la química fluye desde el comienzo para acabar siendo carburación pura. El máximo responsable de Strand of Oaks llevaba tiempo no queriendo limitarse al formato íntimo y trovadoresco. “Eraserland” constituye un formulario indisimulado para su inclusión en la liga de los pabellones; una candidatura insuperable para que la E Street Band le nominara como el telonero ideal en una gira del Boss por medio planeta. Porque su menú abarca las consabidas baladas angustiosas (“Visions”, “Keys”), pero también los estallidos guitarreros (cortesía de Jason Isbell, en el caso de la expeditiva “Moon landing”), la frescura casi power-pop de “Ruby” y los maravillosos nueve minutos de riada creciente para “Forever chords”, una especie de desafío a lo Crazy Horse. No queda tan claro el significado último de “Cruel fisherman”, propina final de ¡17 minutos! que ni siquiera consta en los créditos y supone un ejercicio mucho más cercano al ‘ambient’ que a la ‘americana’. Quizá Showalter solo quiera avisarnos de que seguirá siendo una caja de sorpresas.

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