Es extraño pensar ahora que allá por 1997, con sus miembros todavía apurando las últimas bocanadas de la veintena, tendíamos a pensar en Texas como un grupo al que previsiblemente se le había pasado el arroz. Su irrupción había sido fulgurante, pese a que la perspectiva revela algunos tics redundantes en aquel I don’t want a lover (1989) que les había servido como arrolladora tarjeta de presentación. Pero amenazaba con quedarse en la recurrente anécdota de los one hit wonders. Situémonos: Mothers heaven (1991) y Ricks road (1993), los dos trabajos que siguieron al inaugural Southside, eran inconsistentes, dispares, erráticos en el foco. Y, puesto que se acumulaban los meses de demora, empezábamos a olvidarnos de aquella estrella fugaz llamada Sharleen Spiteri. Hasta que irrumpió en las ondas del planeta Say what you want, erigido además en sintonía oficiosa para el programa de Chris Evans en Radio 1. Y, súbitamente, todo cambió.

 

La canción era adorable y el disco que la contenía acabaría colándose en las casas de medio mundo hasta despachar casi dos millones de ejemplares. Era el año de Blur, OK ComputerAndromeda heights, el finísimo regreso de Prefab Sprout, todos ellos discos mejores y más importantes. Pero White on blonde resiste el desgaste de los trienios y las neuronas en su rara condición de álbum comercial y muy exitoso al que, salvo por parte de los talibanes, resulta difícil ponerle un pero.

 

Nadie esperaba enamorarse de Texas a esas alturas. Pero esta entrega era, demonios, una avalancha salvaje de sencillos reales o en potencia. El mencionado Say what you want encarna la perfección sensual, Halo atesora toda la elegancia como productor de Dave Stewart (Eurythmics) y Black eyed boy entronca con el soul más directo y pegadizo. Quizá el gran secreto, bien pensado: incluir ese regusto a soul norteño en el imparable torrente melódico que Glasgow ha convertido en ADN indeleble. Por todas esas cosas sigue resistiendo este elepé sus visitas al giradiscos. Y ni siquiera nos molestaremos ya en considerarlo un placer culpable.

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