Todavía cuesta pensar en The highest in the land como el trabajo póstumo del gran Pat Fish, que sucumbió al maldito cáncer el pasado 5 de octubre y no ha llegado a ver en circulación este álbum pequeño, adictivo y delicioso, publicado ya en este año nuevamente muy poco corriente. La sombra de la enfermedad y el desasosiego pueden intuirse en la insistencia con la que el artífice de The Jazz Butcher repite la frase “El tiempo se está agotando” en Time, una de las joyas inapelables del repertorio; pero ni siquiera esa pieza llega a resultar acongojada.

 

En realidad, ese Time supone, como casi cualquiera de las ocho páginas restantes, un canto a la vida cotidiana, a la mirada limpia, la ternura y la sencillez. A la sublevación frente a una dolencia que parecía doblegada hasta que se revolvió con uno de sus zarpazos miserables. Y al humor con unas gotas de acidez para hacer frente a nuestro carácter efímero: la sombra de lo insondable también acecha en la soberbia Never give up o el crepuscular capítulo final de Goodnight sweetheart, pero Fish prefiere vernos sonreír antes que cortarnos la circulación.

 

Tan plácido es The highest… que utiliza como bisectriz un encantador tema instrumental, Amalfi coast May 1963 que, en efecto, parece una incursión en la yacht music y una banda sonora difícil de superar para una tarde tomando el sol en la tumbona. El swing en la línea con la que nos enamoró Jerry Fish está presente en el tema inaugural, Melanie Hargreaves’ father’s jaguar, mientras que el ascendente inevitable de Dylan es manifiesto en el caso de Running on fumes, que más bien parece una versión de Lily, Rosemary and the Jack of hearts con una letra distinta.

 

Lo malo de este final abrupto, entrados en lamentaciones estériles, es que este disco dejaba en bandeja abierta la posibilidad de que nuestro Butcher adquiriese al fin una relevancia fuera de las islas que casi nunca le acompañó, pese a que la trayectoria de este caballero afilado, cáustico, mordaz y profundamente sabio se extendiera a lo largo de casi cuatro décadas. El de Oxford tuvo que pasárselo bien, a la fuerza, durante unas sesiones que sugieren vivacidad, positivismo, ganas de sol y vitamina D. Que se quedan mucho más cerca, en el ámbito de los elepés concebidos durante los últimos compases, de The wind (Warren Zevon) que de Blackstar (David Bowie).  La vida, qué cosas tiene.

 

2 Replies to “The Jazz Butcher: “The highest in the land” (2022)”

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