Más que un buen elepé, que sin duda lo es, Wide-eyed nowhere se erige en la condición de refugio. Los felizmente inseparables Olly Knights y Gale Paridjanian llevan más de dos décadas escribiendo canciones bonitas, tienen muy probablemente asumido que la música no les hará millonarios y con su décimo álbum acaso no se acerquen ni a ese amago de one hit wonder que fue en 2001 Feeling oblivion, aquel mano a mano fino, delicado y prodigioso que nos enamoró para siempre. Pero estas 11 canciones se han concebido casi a la manera de un abrazo, tres cuartos de hora de escapismo frente al miedo y el desamparo que nos heló las carnes a todos en lo peor de la pandemia. Por eso podemos disfrutarlo a modo de paréntesis: no solo reconfortará durante su desarrollo, sino que al final nos hará sentir mejor.

 

La vocación acústica sigue comandándolo todo, como certifica desde el primer aliento y arpegio When you’re around, una melodía que acentúa la sensación de fragilidad merodeando una inusual tesitura aguda. Up for grabs, con su tarareo de seis notas convertido en leit motiv vocal e instrumental durante todo el tema, es el refrendo de que a Gale y Olly les sigue acompañando el don de los grandes cancionistas, esos que logran con alguna frecuencia la cuadratura del círculo en cuatro minutos escasos. Y World like that prolonga ese valor de la canción cómplice y confortable, el medio tiempo guiado por una armonía vocal irrenunciable y simbólica para amantes, como diría el bardo de Duluth, de los cobijos frente a las tormentas.

 

Junto a Up for grabs, la otra perla llamada a perdurar por siempre en nuestra memoria es Isolation, un himno a la complicidad y la compasión con un ritmo algo más acelerado. Pero no hay apenas nada en todo este repertorio al que hacerle ascos o apartar del plato: desde ese Into the sun que simboliza una suerte de encuentro musical entre los Byrds y los Beatles al rearme moral de un Solid ground donde confluyen todas las fascinaciones de la banda, su compromiso con la herencia de Everly Brothers y Simon & Garfunkel que también abanderan coetáneos como Kings of Convenience o los no menos divinos The Cactus Blossoms y The Milk Carton Kids. Olly y Gale saben de nostalgias y amarguras, de ánimos resquebrajados y otoños del alma. Pero concluyen el paseo avisando, a modo de magistral resumen: “No hay arcoíris sin lluvia” (No rainbow). Con acompañantes así, importa mucho menos asumir todos esos días en que debemos hacer uso del paraguas.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *