Pocos tipos tan pintorescos, en cualquier década, que estos 10cc. Hasta en ese nombre estrafalario, que nunca sabíamos con certeza cómo escribir o pronunciar: según la leyenda, aludía al volumen medio de una eyaculación masculina, aunque en ese caso el encargado del bautismo habría sido un redomado optimista. El tándem de creatividad desbordada que encabezaban Graham Gouldman y Eric Stewart ya había rubricado un par de álbumes singularísimos, pero The original soundtrack encapsulaba como ninguno todas las peculiaridades de estos británicos estrafalarios: un repertorio imprededecible pero elaboradísimo, estribillos de alta competición y ese sentido del humor tan británico, corrosivo y característico: pura sosa cáustica.

 

No hay dos canciones remotamente similares en las 10 del lote. En 10cc eran capaces de abrir con un delirio cabaretero de nueve minutos, Une nuit a Paris, concebido casi como una opereta bufa, e incluir en el mismo álbum un vals tan decadente como The film of my love, que parece banda sonora para alguna comedia romántica almibarada de serie B. Y proseguir con Channel swimmer, filigrana de pop evocador y armónico que iguala al mejor McCartney de la época. Aunque Macca no habría designado como protagonista a un bañista enamoradusco… que, de pronto, cae en la cuenta de que no sabe nadar.

 

Los giros argumentales, tan propios de una casa domiciliada entre Manchester y Chichester. En este disco aparecía la monumental I’m not in love, exitazo monumental y perenne con esos característicos teclados vaporosos que lo envolvían todo, mucho antes de que a nadie se le ocurriera hablar de dream pop. Pero también triunfó en cierta medida la pegadiza y, sobre todo, hilarante Life is a minestrone, que nos abocaba a un canturreo disparatado: ¿quién podría encontrar en la comida italiana una metáfora de alcance metafísico?

 

Eran tan ingeniosos, en suma, que nos abocaban a un permanente desconcierto. Blackmail anuncia el sonido disco a lo Bee Gees con unos falsetes solo interrumpidos por una soberbia guitarra eléctrica, mientras que The second sitting for the last supper, otro manotazo sardónico, parece una encarnación evolucionada del glam rock. Qué grandes, 10cc, y cuántas veces incomprendidos. Superiores siempre a cualquier otra encarnación, con Gouldman inmerso en los ochenta en los efímeros y sobredimensionados Wax (junto a Andrew Gold, otro genio en el olvido), Stewart ganándose el pan como productor cotizado y los otros dos artífices, Kevin Godley y Lol Crème, perpetrando como Godley & Creme algún que otro disparatado exceso.

2 Replies to “10cc: “The original soundtrack” (1975)”

  1. Después de leer tu comentario sobre el disco me ha venido a la mente los Monty Python, quizá por el título del álbum, o por lo absurdo. No se. Asociaciones raras que a veces le pasa a uno por la cabeza.
    La verdad es que conocía sus 8 o 9 temas más “famosos”, pero cuando empecé a comprar compulsivamente los “Art Works” de las portadas de Hipgnosis me aficioné a ellos, y como bien dices, a su humor tan cáustico.
    Si, será por eso.

    1. No lo había pensado, pero 10cc/Monty Python es una magnífica asociación de ideas, la verdad… Y los Python nos llevan de cabeza a George Harrison, que les financió “La vida de Brian”… 🙂

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *