Hay discos que parecen pequeños y resultan ser muy grandes. Este de Augeste Arthur Bondy es un ejemplo mayúsculo de esa paradoja aparente. Enderness se presenta con una portada escuetísima, apenas un garabato con pies y sin cabeza, y el contenido tampoco se molesta en disimular su condición de grabación casera en la que el protagonista interpreta personalmente hasta la última nota que escuchamos. Pero estas canciones tristonas, compungidas y cantadas con voz quebradiza, como de estupor dolorido, son en casi todos los casos excepcionales. Y la inclusión de sintetizadores, electrónica y cajas de ritmo, elementos ausentes en trabajos anteriores de Bondy (que, por lo demás, llevaba ocho años desaparecido en combate), aporta vigor, solidez y sustento a un cancionero que no quiere sonar solo desolado, sino sobre todo sugerente. A.A. incluso intercala hasta tres pequeños instrumentales nada irrelevantes, pero su gran baza surge cuando lloriquea en la inicial Diamond skull, la muy vaporosa y fascinante In the wonder o la extraordinaria Lost hills. Es curioso reparar en que en sus años mozos, al frente del grupo Verbena, Bondy fuera un chavalito protegido de Dave Grohl (Foo Fighters) que aspiraba a emular la vertiente más blues-rock de Rolling Stones. Enderness no podría estar más lejos de las grandes pretensiones, pero asombra reparar en su imparable encanto creciente, en las ganas de reemprender la escucha una vez más. Un hábito, la escucha atenta y repetida, que corremos el peligro de perder en estos tiempos precipitados y que Augeste revitaliza de manera admirable.

 

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