El repertorio de Providence se gestó meses antes de todo-esto-que-nos-está-pasando, pero esos rayos que refulgen en portada ofrecen un calorcito que se agradece, y mucho, para estos meses gélidos en las calles y los ánimos. La tercera entrega de All We Are puede que tenga algo de inofensiva, de pasatiempo circunstancial que no se propone, ni siquiera de partida, dejar una honda huella en el corazón de los oyentes. Pero su sensualidad y vocación eminentemente lúdica aportan más vitamina D al organismo que un buen cóctel farmacológico.
Se saben atípicos y pintorescos la chica y los chicos agrupados bajo el paraguas de All We Are, y hacen bien en explotar esa singularidad. Están radicados en Liverpool, pero ni uno solo de ellos proviene de Gran Bretaña: un batería irlandés (Richard O’Flynn), una bajista noruega (Guro Gikling) y el guitarrista brasileño Luis Santos son los anfitriones perfectos para una fiesta de los sentidos. Porque Providence apuesta sin ambages por la sensualidad y el hedonismo, por la aproximación carnal y la insinuación descarada. Muchos ritmos medios, sí, pero repletos de sintetizadores festivos y orondos, como esa gran orgía de pop sintetizado que los nostálgicos de los ochenta recibirán con alborozo.
Heart of mine puede que sea la más pulida de esas aproximaciones a la década añorada, pero no nos perdamos el funk ralentizado de Beauty in loss ni el falsete sensual de L is for lose, donde AWA siguen la estela de un Prince rebajado de intensidad lúbrica, pero reforzada en unos estridentes ayayayayay a coro y voz en cuello. Y eso por no hablar del desmadre festivalero de Not your man, una invitación al baile tropical y una incitación a “beber y probar” a la pareja “como una Piña Colada” (es literal, sí: escuchen, escuchen).
Providence dista de resultar memorable, quizá porque no lo haya pretendido en ningún momento, pero en cambio se hace irresistiblemente ameno. Simpático incluso en sus paréntesis de solemnidad, con ese When you cry que parece esa balada que le habría hecho falta a Billy Idol para reflotar su carrera. O el repunte final con Bad advice y Deliver it, dos de los mejores títulos del lote. Faltan uno o dos exitazos irrefutables, es verdad, pero a este triángulo multicultural, colorista y desmadrado es difícil no cogerle cariño.