A estas alturas ya hace tiempo que dejó de parecernos noticia digna de portada que una mujer asumiera las riendas en un álbum de blues, circunstancia que algunas décadas atrás sí llegó a ser tan infrecuente como para elevarla a la condición de rareza. Pero ha transcurrido ya su medio siglo holgado desde las primeras entregas de la fabulosa Bonnie Raitt (por no citar a las auténticas pioneras, claro, lo que nos remonta a los tiempos de Bessie Smith, Big Mama Thornton, Sister Rosetta Tharpe y demás personajes absolutamente de película), nuestra protagonista de hoy suma apenas 26 primaveras y en tan corta trayectoria vital ha cogido mucha costumbre de frecuentar los estudios de grabación, hasta el extremo de que este Dinero y poder, título elocuente donde los haya, constituye ya su ¡sexta! entrega discográfica. Y, lo mejor de todo, la primera gran constatación de que Venable ha dejado de ser una joven revelación prometedora para graduarse como una auténtica grande del género, porque a lo largo de esta docena de cortes hay suficientes bocanadas de fuego y regueros de adrenalina como para comprender que aquí no se dirime un episodio rutinario, sino una cosa bien seria.
Ally Marie Venable, nuestra en apariencia dulce y sosegada texana de la generación del 99, abre boca en un modo absolutamente desbocado con Brown liquor, un golpetazo en la mesa –lingotazo incluido– para el que se alía con el no menos asilvestrado guitarrista Christone “Kingfish” Ingram. Hablamos de un chaval de Misisipi de su misma edad que ya se alzó hace un par de temporadas con un Grammy gracias a su álbum 662, producido por el mismo hombre, Tom Hambridge, que también se sienta tras la mesa de grabación en Money & power, además de golpear con saña la batería y compartir créditos de composición en la práctica totalidad del álbum.
El neoyorquino Hambridge es un habitual de Susan Tedeschi, Buddy Guy o George Thorogood, lo que demuestra que no estamos aquí dirimiendo asuntos precisamente menores. Por eso es tan relevante cómo Venable saca la artillería y se vuelve más ecléctica y resolutiva que nunca: tan pronto aporta una sección de metales para arrimarse al soul con Maybe someday como adopta un aire casi funk en la tremenda Stopper back papa o sorprende con un aire de pop-rock resuelto y contagioso en Legends que no desentonaría en ningún álbum de Sheryl Crow. Como tampoco la espléndida balada eléctrica inmediatamente posterior, Keep me in mind.
Después de la estupenda Sue Foley, una canadiense que empezó casi en soledad a marcar el camino ya en los años noventa, el presente y el futuro del blues rock en femenino recae en Ally y en compañeras de generación como Grace Bowers, Joanne Shaw Taylor o la tremenda Samantha Fish, de actualidad también estos días con Paper doll. El punto de orgullo femenino, y feminista, aflora aquí y allá, desde el porte desafiante de una amante de los cigarros puros –con los que se retrata en portada y fotos interiores– al hecho de que la única versión del álbum corresponda a Black cat, un original de ¡Janet Jackson!, otro referente del empoderamiento y la valentía a la hora de resquebrajar moldes preestablecidos.
Venable también parece tenerlo todo muy claro. Y hay un par de hitos en el álbum particularmente elocuentes. En Heal me aprovecha para incorporar un solo de corte casi grunge a una pieza que representa una declaración de intenciones casi solemne: “La música es mi salvación… Súbela bien fuerte”. Y luego queda, claro, el tema titular, ese Money & power para el que Ally adopta una fiereza ya casi vecina a AC/DC antes de cortarnos la respiración con un prolongado solo final a la altura de un Clapton jovial e implacable. Si a eso le unimos otra virguería guitarrística en la balada Do you cry, que nos acerca a los momentos afilados de los primeros Chicago en 25 or 6 to 4, parece evidente que nuestra veinteañera de Texas no escucha solo a referentes de la generación Z en su colección particular de vinilos.