Barry, Robin y Maurice Gibb ya eran ciertamente célebres y reconocidos a la altura de 1974, y les faltaban apenas tres temporadas para convertirse en mundialmente famosos gracias a la banda sonora de Saturday night’s fever. Sin embargo, este elepé que les ocupaba en aquella temporada no les granjeó un solo éxito. Quien solo les conozca a través de antologías o recopilatorios incluso desconocerá su misma existencia. Y, pese a todas estas circunstancias, podemos aventurarnos a señalar que Mr. Natural fue una de las más maravillosas páginas en la singladura de los hermanos.
Nos encontramos ante un ejemplo clamoroso de eso que los comentaristas suelen descodificar como “discos de transición”. Este lo es, con todas las letras, y sin que ello implique desdoro alguno. Venían los Bee Gees de un lenguaje pastoral y primoroso, derivado de aquellas armonías vocales que aunaban precisión, candor y un aura casi querúbica. Iban aproximándose, aunque entonces casi resultara imposible barruntarlo, a la sintaxis de las pistas de baile. Entre medias llegaron Mr. Natural y también, en cierta medida, Main course (1975), aunque en este último la intuición ya casi puede llevarnos a los ingredientes con los que Travolta/Tony Manero desataría pasiones. Aquí, aún no. Mr. Natural suena delicada y maravillosamente decadente, comenzando por Charade, una apertura orquestal, opulenta y propicia para el arrebato amoroso que parece escrita no menos de un cuarto de siglo antes.
La magia aconteció en Miami y el factor determinante lo encontramos detrás de la mesa de grabación, donde el ya ilustrísimo Arif Mardin, productor de Aretha Franklin, Dusty Springfield, Hall & Oates o Roberta Flack, además de vicepresidente en Atlantic, se quedó al mando de las operaciones. Él acentúa el candor de Throw a penny, que enlaza sin interrupción con el despliegue de góspel y melotrón para Down the road. Y, sobre todo, Mardin propicia el acercamiento al r’n’b y el siempre afable sonido de Filadelfia. En ese sentido, Mr. Natural, la canción titular, era un prodigio manifiesto.
Con la excepción del simpático neón de portada (y contraportada), este noveno álbum de los hermanos tenía algo de anacrónico desde su nacimiento. Eso lo hace, en realidad, atemporal como pocos. Heavy breathing evoca el pálpito de Long train runnin’, de Doobie Brothers, I can’t let you go traza un laberinto fascinante de armonías, Lost in your love sublima los parámetros de la balada. Y así podríamos ir desempolvando este elepé como un tesoro fabuloso y apenas explorado.
Los Bee Gees son uno de mis grupos de cabecera, fundamental y precisamente hasta este Mr. Natural y el posterior Main Cursé así que gracias por acordarte de ellos.
Una proposición y un reto, Fernando.
Para cuando un programa dedicado a ellos (Odessa es un discazo) con tu buen amigo Alfonso Cardenal en Sofa Sonoro?
El mejor de la primera época es Odessa. Está en la lista de los “Mil discos que hay que escuchar antes de morirse”. Masterpiece.