No es sencillo abordar discos de encargo ni adaptaciones musicales de versos preexistentes. Los de Miguel Hernández han sido utilizados en proporción bien generosa, esa es la verdad, lo que avala su ductilidad pero también puede propiciar las comparaciones. Esa pareja tan bien avenida que integran Javier Bergia y Begoña Olavide sale airosa de estas circunstancias a partir, sobre todo, de dos virtudes: la química y la singularidad. La alianza entre ambos suma ya lustros de complicidad inquebrantable. Y, desde luego, no son habituales ni el sonido protagónico del salterio –la gran aportación de Olavide a nuestra escena tradicional– ni la peculiarísima voz de Bergia, tan aparentemente frágil y sin embargo acogedora. Un activo delicioso, aunque rara vez reivindicado, desde los ya lejanos tiempos de las adorables Vivir sin tiMedia naranja.

 

El acercamiento al inmortal poeta de Orihuela se ha ido fraguando a fuego muy lento, sin urgencias ni obligaciones contractuales, durante dos años (enero de 2018 a febrero de 2020) de trabajos discontinuos en el estudio particular de la pareja. Javier y Begoña se complementan bien cantando al unísono, sobre todo por las diferencias siderales entre ambos timbres: cálido y canónico el de ella, atípico e inconfundible el de él. Pero el efecto se vuelve gozoso cuando Mozos y mozas opta por la alternancia vocal. Y la solvencia en la arquitectura sonora se hace palpable en los dos cortes de mayor extensión, GuerraCarta, ambos adscritos a la tradición romancera. 

 

Arte menor que se hace muy mayor, en suma. De Miguel Hernández escribe José Luis Ferris, profesor de Literatura en la universidad que lleva el nombre del alicantino, que es “una herida abierta en la Historia de España” y “un poeta que sucedió en un país en sangre viva”. Todo ello es dolorosa e inevitablemente cierto. Como también que la visión libérrima de Begoña y Javier, ajenos a corrientes y adscripciones, simboliza muy bien el vuelo sin cadenas de Miguel, el pastor del pueblo que, 78 años después de su marcha, ha sobrevivido a sus verdugos.

 

 

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