Este disco había estado sonando en mi casa el día del golpe de Estado del 23-F. Lo recuerdo por lo excepcional de la fecha, claro, pero en realidad durante aquellos dos años “Voyage” fue una banda sonora recurrente en la calle Ofelia Nieto. Era una colección instrumental adictiva en un momento en que aún coleaba el rock sinfónico y causaban furor los nuevos paisajes electrónicos de, pongamos por caso, Jean-Michel Jarre. “Voyage” suponía la alternativa avanzada, la de los enteradillos; aquellos que no se conformaban con “Oxygene” y “Equinoxe”. He vuelto a escucharlo después de muchísimos años y me he llevado unas cuantas sorpresas. La primera, quizá la menor: lo recordaba razonablemente bien, incluso como para tararear algún fragmento de manera anticipada. La segunda, la más agradable: he conseguido disfrutarlo mucho, cuando mi aprehensión natural me llevaba a darlo por anacrónico, desactualizado, desvaído tras el impiadoso paso del tiempo. Y la tercera, la reveladora: ahora creo ver claro que Brian no seguía tanto la estela del sintesista francés como los interludios instrumentales con los que también empezaba a hacer fortuna por la época Alan Parsons. Incluso parece probable que esta obra se viera muy influida por aquel Mike Oldfield que ya jugueteaba con los sintetizadores en el doble álbum “Incantations” (eterno tapado en su discografía), o con el pegadizo sencillo “Guilty”. Lo curioso, y de eso entonces no tenía ni remota idea, es que BB no era ningún jovencito de mente inquieta, sino ¡el antiguo batería de los Shadows! El círculo se cierra si reparamos en que en 1980 Oldfield se marcó una celebrada versión de “Wonderful land”. Me gusta mucho el aire interestelar de “Voyage” o “Pendulum force”, el planeo etéreo para “Ocean glide”, la sacudida nerviosa de “Air quake”. “A journey into discoid funk”, era el pomposo y casi ilegible subtítulo de este trabajo. Ahora solo me falta encontrarlo en vinilo. Aparecerá.