Hay que ser muy springsteeniano para sacarle todo el provecho a un disco como este, pero esa es una condición que atañe (y hermana) a muchos cientos de miles de seres humanos en este planeta. Precisamente por ello debemos entender Springsteen on Broadway como un fetiche para completistas mucho más que como un vulgar objeto vano promovido desde una industria codiciosa. No, no van por ahí los tiros.
Esta especie de autobiografía hablada y cantada del Jefe empezó casi como un experimento en el Walter Kerr Theatre neoyorquino y ha acabado asentándose en la cartelera durante un año largo, desde octubre de 2017 y hasta el pasado fin de semana. La solvencia del Springsteen solista es manifiesta, y en ese sentido las 16 interpretaciones resultan bien seductoras, en particular las de clásicos algo menos trillados: The wish, Long time coming o la emocionante The promised land (aunque un cierre con “Born to run” se aproxima bastante a la infalibilidad).
En cuanto a los monólogos introductorios para casi todas las piezas (14), funcionan casi como un audiolibro resumido, y francamente ameno, de Born to run, el reciente volumen autobiográfico de nuestro héroe. Se requiere de un elevado nivel de inglés para disfrutar de cada detalle, como es obvio, aunque el acento de Bruce siempre fue bastante inteligible. Y el tono, entre confesional, guasón y melancólico, se antoja no ya ameno, sino a ratos enternecedor, más allá de que seguramente haya mucho guion y algún que otro realce dramático en el desarrollo en apariencia improvisado de los parlamentos.
Sugerencia puntual: también podemos saltarnos todo eso y disfrutar de sus buenos 85 minutos de Bruce en solitario, como si se nos plantificara en el salón de casa. Y la sensación es muy agradable. Palabra.