Los canadienses Bywater Call contravienen todas las normas, pautas y convenciones que asociamos tradicionalmente a los discos en directo con esta entrega breve, excitante y flamígera recogida el año pasado entre Toronto, Woodstock (Nueva York) y la pequeña ciudad inglesa de Newbury. Nada de ceñirse a un concierto señalado para inmortalizar lugar y fecha. Olvídense del doble elepé consabido que sirve de muestrario o grandes éxitos sobre las tablas. El excitante septeto que encabeza la voz volcánica de Meghan Parnell decide, tras sus tres primeras entregas en estudio (Bywater Call, Remain y Shepherd, entre 2019 y 2024), concederse y concedernos media docena de piezas como humilde –pero muy elocuente– botón de muestra de su quehacer en los escenarios: cortes extensos, furia emotiva, intensidad, la guitarra de Dave Barnes en estado de gracia y excitación y una eficacísima sección de metales, con el trompetista Stephen Dyte y el saxo tenor de Julian Nalli, dispuesta a derretirnos en los momentos más confesionales y baladísticos (Bring me down).
Las intenciones de los de la metrópoli a orillas del lago Ontario son cristalinas y evidentes en lo estilístico, pero se potencian con los superpoderes del sudor y la pasión que propicia esa mágica electrocución frente al público: parten del blues-rock para aderezar enseguida la fórmula con soul sureño, unas pinceladas de gospel y todo cuanto pueda abarcar el concepto de rock con raíces. Son compañeros de armas de Larkin Poe, Beth Hart, Samantha Fish o Bobby Rush, para sorpresa de nadie y orgullo de todos, y ellos mismos allanan el camino al oyente asumiento y explicitando de antemano las principales referencias que jalonan su ideario: amor indisimulado por The Band, asunción de los patrones coetáneos de Tedeschi Trucks Band y devoción –¡y quién no!– por Little Feat, Otis Redding o Sly and the Family Stone.
Nada puede salir mal bajo esos parámetros, y estos tres cuartos de hora de exposición frente a unas audiencias expectantes y propensas al aullido de la excitación lo corroboran. Sunshine es un arranque embadurnado en grasa bluesera, As if sirve para llevar a los metales hasta el punto de ebullición (aunque el frenazo instrumental en mitad del corte es lo más excitante de todo), Sign of peace nos conduce de cabeza hasta las calles de Nueva Orleáns y Everybody knows refrenda durante ocho minutos ostentosos la gran musculatura de una formación que maneja con maestría la fórmula de los 12 compases y también sabe blandir la baza de John Kervin sentado frente al piano o el órgano.
Con todo, el argumento central lo encontramos justo en el epicentro del muestrario, la versión ad libitum durante 10 minutos exactos de Love the one you’re with, el maravilloso primer sencillo en solitario (1970) de Stephen Stills. La canción sigue pareciéndonos fabulosa, claro, solo que los chicos (y chica) de esta Llamada Acuática aprovechan para explayarse, deleitarse y hasta divertirse con diálogos instrumentales en los que el mano a mano central entre saxo y bajo eléctrico puede que represente el momento más excitante del lote. Muy bien por los siete, en cualquier caso.