¿“Calle” como imperativo del verbo callar o como sustantivo referido a la vía pública? A juzgar por la actitud de estos cuatro mocetones, apostaríamos sin dudarlo por la segunda opción, pero la misma ambigüedad es intrínseca al encanto de la banda. No en vano, el nombre elegido también puede referirse al simpático animal de las jorobas o, ejem, a otro orden de cosas. Pero lo mejor de Camellos (dos oscenses, un manchego y ¡un bajista de Kansas City!) es que, más allá de la teórica pose de chicos malos asimilable a los amantes del punk, nos encontramos aquí con cuatro músicos notables, punzantes, ocurrentes, ingeniosísimos. Calle para siemprees el retrato del mundo urbanita visto a través de la mirada burlona, a ratos despiadada, de unos chavales rabiosamente inteligentes. Hay quien ve en ellos una versión actualizada y madrileñizada (los cuatro se mueven por el barrio de Embajadores), tres décadas y pico después, del espíritu de Siniestro Total. No suena nada disparatado, aunque también queda la sensación de que algunas de estas piezas encierran la chispa y el vitriolo que nos enamoró de Carolina Durante con Cayetanoy que ese otro cuarteto madrileño refleja ahora de manera solo intermitente. Arroz con cosases, por ejemplo, de brillantez contagiosa (esa perogrullada de “Yo a tu edad tenía tu edad” opta al título de frase mítica del año), y los retratos de explotación laboral (Para ya, Tentaciones) son frescos cotidianos de crudeza ácida y dolorosa. Camellos son adictivos en su burla, en la sátira, en la capacidad de desarrollar un lenguaje ininteligible en su literalidad pero extremadamente elocuente cuando se contempla de manera global. No solo son frescos: además, arrojan como nadie los jarros de agua fría. Este disco tiene aspecto de trastada, de travesura, pero en realidad se trata de una cosa muy seria.