¿Qué hace Cate Le Bon caracterizada de monja para la portada de su sexto álbum? ¿O será acaso una enfermera en los tiempos de la Gran Guerra? El enigma es consustancial al universo de esta mujer galesa tan escurridiza a las catalogaciones, y Pompeii agudiza esa sensación tan estimulante de singularidad y falta de referentes manifiestos. Cate Timothy escribe y arregla hasta la última nota en esta entrega etérea, brumosa y absolutamente propicia para la fascinación; a ratos adictiva como un viejo y oscuro disco de los ochenta (Moderation), otras más densa e impenetrable (Pompeii), lo que no hace sino acrecentar nuestra vena curiosa. Y esa es, ya de entrada, muy buena señal.

 

Confluyen grandes capas de sintetizadores de otra época recorriendo, aquí y acullá, estas nueve canciones enigmáticas; a veces tan deliciosamente anacrónicas como Harbour, que parece obra de algún grupo primerizo a comienzos de los ochenta en cualquier ciudad costera británica castigada por la climatología. La intersección entre teclados y saxos para, por ejemplo, Dirt on the bed puede remitir a esos paisajes neblinosos tan evocadores de David Sylvian. Lo que, en virtud de la propiedad transitiva, nos remite también al David Bowie de Station to station o Ashes to ashes, refugios siempre de garantía. Y más cuando descubrimos, ¡bingo!, que Bowie se convirtió en la obsesión de Timothy mientras pergeñaba su anterior entrega, la ya muy singular Reward (2019).

 

Pompeii se erige así en rompecabezas para desentrañar poco a poco, una labor de deconstrucción que al escuchante curioso puede resultarle apasionante. El álbum se gestó en pleno enclaustramiento pandémico, aprovechando la casa galesa de Gruff Rhys, lo que agudiza ese sentimiento onírico y alucinado de cortes como el muy hipnótico Remembering me. Al final, no sabemos bien si nos encontramos ante una obra de synth pop o de psicodelia, pero… ¿verdaderamente importa tanto?

 

Por cierto, ya puestos a ir resolviendo algún interrogante: el dibujo de portada es obra de la pareja de Cate, Tim Presley, y su protagonista no pretende ser la cantante ni nadie en particular, más allá de una figura inspiradora. Otro motivo para viajar a esta Pompeya sonora y quedarse atrapado en su magma sintetizado.

 

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