Tengo muchos de los discos de Chicago, casi todos en cedé y un buen puñado repetidos en vinilo, pero ello se debe a la fiebre del completismo, esa enfermedad crónica y pertinaz que solo se cura con un drástico recorte en el suministro monetario. En realidad, podría prescindir (con diferente grado de pesar) de esas veintitantas referencias y quedarme solo con esta, que es canela fina reconcentradísima. Y sí, figura en mi mapa sentimental más nuclear porque fue la tercera casete que ocupó mi estantería, después de las de Boston (“Boston”) y Kansas (“Masque”); por entonces llegué a pensar que para ser músico había que buscar el nombre de una ciudad norteamericana y grabar para la CBS. El caso es que yo quería algo de Chicago porque por la radio no paraba de sonar “If you leave me now” y con un hermano adolescente en casa estábamos condenados a que la tararease a cada rato por el pasillo, pensando en a saber quién. Y en este “greatesjites” no venía “If you leave me now”, lo que fue motivo inicial de consternación hasta que descubrí que las sí incluidas eran mucho mejores que aquella. Sobre todo “25 or 6 to 4”, con ese guitarreo casi zeppeliniano, pero también la intrigante “Does anybody know what time it is” o la eufórica “Saturday in the park”, de la que entonces no me estorbaba su trasfondo patriótico. Chicago ha seguido publicando discos, casi siempre sin título y con su logo por todo elemento de portada, en su inmensa mayoría prescindibles. Pero los seis u ocho primeros eran estupendos. Casi tanto como descubrirlos, de niño y casi de carambola, en este grandes éxitos que también se conoce como “Chicago IX”