Al bueno de Cullen Omori (28 añitos) le han dado calabazas, y eso casi siempre duele. Lo sabemos, lo de la ruptura y el dolor, por confesión propia: buena parte de este puñado de canciones son testimonio directo de su congoja y aflicción, del desaguisado emocional, de un corazoncito hecho jirones. Nada que no le haya sucedido a decenas de autores y se haya traducido en otras tantas decenas de discos, aunque en este caso con una pequeña peculiaridad: el power-pop es un género tan vigoroso y crepitante que puede con todo, incluso con los estropicios afectivos y los pellizcos en el ánimo. “The diet” termina resultando así un disco mucho más luminoso que deprimente. Hay escozor, claro, pero hay, sobre todo, el borboteo alegre de las grandes melodías. Omori, en tiempos líder de The Smith Westerns, había debutado por su cuenta con el prometedor “New misery” (2016), que dejaba la huella del tormento hasta en el título. En esta segunda entrega no es detalle menor su mudanza de Chicago a Los Ángeles, que seguramente influya en este carácter más expansivo, en el desparpajo con el que se aborda la reconstrucción de una autoestima hecha añicos. Un tipo capaz de entregar un tema titulado “Millenial geishas” ya ha de merecer nuestro interés, pero es en la primera mitad del álbum, sobre todo, donde se aglutinan las grandes joyas de esta tanda: “Borderline friends”, “Happiness reigns” y, desde luego, la inaugural “Four years”. Pensemos en Beachwood Sparks o los hermanos Pernice, porque esa es la división en la que juega nuestro Omori. Y cuidémosle. No solo lo necesita, sino que también lo merece.