Las relaciones fraternales no siempre han sido bien documentadas en la historia de la música popular. Todos sabemos de las rencillas entre los Gallagher o los Davies, por ejemplo, y tenemos claro que la lotería genética favoreció a Noel frente a Liam y, no digamos ya, a Ray en contraposición con Dave. Pero casi nadie repara en el binomio de Steve y Muff Winwood, por ejemplo. Tampoco en el que integraban Mark Knopfler y su hermanito. Siempre eclipsado, incluso ignorado con cierta crueldad.
Ay, el bueno de David: allí estaba, en la alineación titular de Dire Straits, en aquellos años heroicos en que la banda hacía honor a su propio nombre: situaciones extremas. Los Knopfler provenían de Glasgow, Escocia, la ciudad con más talento por manzana. Pero justo cuando las cosas comenzaban a funcionar, y de qué manera, el Knopfler más joven dejó de salir en la foto. El hermanito pequeño abandonó el barco en plena grabación de Making movies (1980), el tercero y hasta ese momento más exitoso trabajo de los Straits, y ya ni siquiera recibió los honores de los créditos.
El joven Knopfler quería desarrollarse como cantautor y poeta, facetas en las que siempre ha tenido que dar explicaciones por su apellido en lugar de recibir el reconocimiento por sus méritos. Que, en el caso de este Cut the wire, eran evidentes: When we kiss bien podría haber sido un éxito internacional bajo el paraguas de Dire Straits, sobre todo si caemos bajo el influjo de su pegadizo saxo tenor.
David dedicó las nueve canciones de este lote “a la familia” (así, sin especificar) y cargó con el problema de un timbre demasiado parecido al del propio Mark, aunque con menos grano. Incluso el tono evocador de When grandpappa sailed o The fisherman parecían un asunto familiar. Paradojas envenenadas: David suma ya su buena decena de álbumes, que no son pocos. Pero siempre nos terminamos acordando de sus parientes al hablar de él.