Costará retener en la memoria el nombre de Derya Yıldırım, nos volveremos locos buscando en el teclado los caracteres especiales de Grup Şimşek y hasta habrá que refrescar nuestras cada vez más precarias nociones de geografía con un somero repaso a la lección de la península de Anatolia, pero todos esos esfuerzos merecen (muchísimo) la pena si se trata de familiarizarnos con este fabuloso cuarteto turco de pop étnico y rabiosamente universal desde el orgullo y reivindicación de lo autóctono. Todo ello, en el fondo, con la riqueza abrumadora que proporciona la diversidad, ese sustantivo que a los pobres de espíritu inspira una profunda inquina y que aquí equivale a eclosión de sabores, influjos y raíces plurales: una jefa de filas de sangre turca pero afincada en Berlín (como miles de compatriotas), dos jazzistas de procedencia gala y una batería sudafricana con partida de nacimiento en Ciudad del Cabo. Cuatro pilares para un debut internacional que revoluciona el mapa de este 2025 para las músicas del mundo.
La clave radica, sin duda, en la versatilidad y apertura de miras. Derya eleva su voz luminosa y narcótica mientras pulsa las siete cuerdas de su inconfundible bağlama, ese saz o buzuki turco que hunde sus raíces en la antigüedad y aporta al Grup Şimşek una sonoridad única de cara a los oídos occidentales. Pero el teclista Graham Mushnik y el guitarrista y bajista Antonin Voyant, los franceses a los que Yıldırım conoció una década atrás cuando coincidieron en un taller de teatro, aportan los chispazos de funk, psicodelia y hasta algunas partículas de soul que redondean este menú tan singular y adorable. Y nos queda el pulso seco y mesurado de Helen Wells, discreta y precisa como argamasa definitiva para la receta.
El resultado es evocador, nostálgico y profundamente poético, porque, aun sin entender ni media palabra del dialecto anatolio de los padres de Yıldırım, queda suspendida en el aire la sensación de pérdida, olvido y resistencia hacia las formas culturales autóctonas. Un productor refinado, Leon Michels (Clairo, El Michels Affair, la más reciente Norah Jones), es quien aporta personalmente las mejores guitarras con fuzz y se encarga de agrandar las miras de un cancionero que a veces incluso parte de melodías tradicionales (el primer sencillo, Hop bico, es al parecer una pieza muy célebre en Anatolia) y siempre lleva ese componente oriental en las entrañas. Con episodios de todo punto contagiosos, sobre todo en cuanto escuchemos ese Direne direne (“Resistiremos”) que se nos cuela en las mismas entrañas.
La sección de metales y la de cuerdas adereza este Yarın Yoksa (“Si no hay un mañana”) hasta hacerlo rutilante. Y aún en el último suspiro nos encontramos con un corte final, Güneş (“Sol”), en el que sus vetustos y maravillosos teclados analógicos nos traen a Midlake a la cabeza. Como para no adorar a Derya y sus socios, por mucho que nos vaya a costar un poco el ejercicio de mnemotecnia.