Hay discos que, por concisos, luminosos y atinados, solo inducen a la reincidencia. Este de Dúo La Loba constituye un ejemplo palmario: diez canciones directas, diferenciadas y adictivas que dejan, como los mejores platos, las ganas de repetir, de hundir nuevamente el cazo en el puchero. Hablamos del proyecto de Javi Calequi y Guadalupe Álvarez Luchia, dos argentinos que llevan más de una década pateando las calles madrileñas y han alcanzado, entre unas cosas y otras, un majestuoso grado de cosmopolitismo y esa riqueza imparable de las miradas curiosas. A él le conocemos como el guitarrista habitual de Jorge Drexler, y el ascendente del uruguayo es evidente en alguna de estas composiciones (más allá de que en la inaugural, Corre el riesgo, haya contribuido como letrista: especialidad de la casa). En cuanto a Guada Álvarez, la habremos visto como actriz y musa en obras de Pablo Messiez, aunque aquí queda claro que sus facetas como vocalista y hasta compositora puntual no son precisamente subsidiarias. Juntos ya habían debutado en 2017 con El disco hermoso y ahora atinan con una colección sabrosísima de pop de autor teñido de la tradición rioplatense, con predilección evidente por candombe y milonga, pero sin desdeñar algunas necesarias gotitas de tango. Es inevitable que, al margen de Drexler, nos venga a la cabeza el ejemplo de La Chicana, otro dúo argentino mixto que, aun residiendo en Buenos Aires, acertó a conocerse en Madrid. De hecho, la garganta de Guada podría confundirse en Señora de nadiecon la de la divina Dolores Solá. La voz grave para Café quemado (letra amarga donde las haya) nos remite al microcosmos de Kevin Johansen, magnífico en el papel de estrella invitada. Pero puede que el culmen creativo de Calequi llegue con Del Viso, con la guitarra eléctrica en arpegios, las gargantas simultáneas de los dos perfectamente empastadas y una deslumbrante fuerza evocadora. Verbena es, más que fiesta desaforada, un instrumento para el disfrute y el asombro. Incluso para el juego, como en la cándida No es mío. Mezcla el influjo de Tom Waits (otro referente mayor para La Chicana, por cierto) con Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa o Charly García. Es, sobre todo, una bendición.