Tiene gracia que Phil Collins sea de vez en cuando objeto de befa y protagonista de chistes más o menos maliciosos cuando posee uno de los currículos más mareantes de los años setenta y ochenta. No está de más recordar que hablamos del batería de Genesis, señores; uno de los mejores grupos de la historia, con o sin Peter Gabriel. Y no solo músico, cantante y compositor, sino hombre espíritu enormemente colaborativo y banderín de enganche para no pocos artistas de la primera división cuando atravesaban por momentos delicados.
El caso es que Warner recurrió a sus servicios para reactivar la carrera de Eric Clapton, que en 1983 había descarrilado con Money and cigarettes, un trabajo más bien inane. Collins quiso darle más lustre y prestancia al bueno de Mano Lenta, que se hizo con un puñado de canciones muy efectivas y, en algunos casos, excelentes. Y convirtió Behind the sun en uno de sus discos más recuperables, por mucho que tendamos a pensar que las vacas sagradas de los sesenta vivieron sus peores años durante la década de los ochenta. Pregúntenles a Dylan o los Stones, si acaso…
Con la perspectiva, esta producción peca de pomposa en algún momento, cierto. Es hija de su tiempo, It all depends parece un descarte del álbum Genesis (1983) y la lectura de Knock on wood se queda extrañamente inerte. Pero She’s waiting o Forever man (mil veces rescatada por Litus y compañía en el televisivo Late Motiv) eran grandes golpes en la mesa, Tangled in love suena a tema central para una peli de la época, Never make you cry era una balada majestuosa y en Same old blues el gran guitarrista que esperamos siempre volvía a sacar el colmillo.
¿Y qué decir de Just like a prisoner y su duelo de doble batería, una por cada canal de escucha? Dos baterías y dos solos de guitarra para casi seis minutos sin mácula. Podremos disfrutar mucho, aunque sorprenda a fundamentalistas y escépticos, cada vez que nos dé por reescuchar este disco. Quizá menor, pero con mucho de provecho.