Llegará el día, y ojalá Extinciones y sus causas sirva para propiciarlo, en que la popularidad de Hugo Arán vaya más pareja a su excelencia. Con ustedes, un secreto demasiado bien guardado de la canción de autor en España que debemos desenmascarar ya de una vez por todas. Es tan atípico Hugo como para no escoger ni un solo retrato fotográfico propio entre el despliegue gráfico de cubierta, contraportada o interiores de este álbum. Tan distinto a lo que se estila como para no salirle ninguna canción en catalán o inglés, pero sí hasta tres escapadas –en portugués, italiano ¡y hebreo!– de entre la generosa colección de 15 títulos que nos ha traído hasta aquí. Y lo bastante lírico y distinguido en la parte literaria como para que el segundo verso del disco, el segundo, incluya un término tan hermoso e infrecuente como “tremedal”. A ver qué nos habíamos creído.

 

A Hugo le conocimos como la mitad de Tato Azevedo, un tándem con el guitarrista jiennense Pablo Acevedo que también habría merecido mucha más repercusión. Desde que aquella sociedad se disolvió, y hablamos de hace casi una década, este barcelonés de Santa Perpètua de Mogoda solo había colocado en los anaqueles los álbumes Anuario (2014) y Memoria muscular (2017), lo que certifica su condición de hombre poco amigo de las prisas y mucho del mimo, el detalle, el primor. Extinciones… refrenda todas esas impresiones con un catálogo generoso (los defensores de la vida a toda velocidad dirán que este es un disco demasiado extenso) y no pocas nuevas muestras de que es el más brasileñizado de nuestros autores. Pero no solo: se le notan aquí querencias argentinas y, en sentido más extenso, del folclor latinoamericano y la world music. Conocimiento de lo que se cuece por latitudes caboverdianas. Y un gusto fabuloso para enriquecer la alineación instrumental, como ese saxo soprano de Bernardo Parrilla que engrandece aún más Lunas de fogueo, una de las piezas más sensibles, sentidas, delicadas y originales en su desarrollo armónico que hemos escuchado en este 2021.

 

Lunas… cuenta con la colaboración del excelente Alessio Arena, un italiano de voz aguda y lindísima que puede confundirse con la de una mujer, y es un ejemplo estupendo del tipo de aliados que se busca Arán. Igual que su adorado Márcio Faraco, que le regala la letra de Um jacarandá (Brasil y la bossa, eso siempre), o el impulso siciliano de la joven Margherita Abita en Un canto leggero, ejemplo precioso de esa intersección entre canción, raíz y aires jazzísticos que Hugo preconiza con cada vez más convencimiento. Pero Salvando ballenas refleja una escritura hábil y grácil que haría las delicias de Jorge Drexler. Pasado brillante, la del “tremedal”, es distinción presente con el colorido adicional de una flauta travesera.

 

La pasajera retrata con encanto y sin melaza el descubrimiento que, pese a los escepticismos de los años, sirve para reflotar nuestras esperanzas. Y Rara avis afila el discurso del escepticismo y el hastío hacia los análisis vacuos (“Hoy tu opinión está de suerte / si te lo dice una pantalla”) con una sabrosura cubana que recuerda mucho, incluso en el timbre de la voz, a Juan Perro. Y para finalizar, la conexión con Israel y los preciosos arreglos de cuerda en Canción para Ana. El día que nombres como el de Hugo Arán resulten más familiares y mejor divulgados tendremos legítimos motivos para el orgullo.

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *