Fabián Díez Cuesta no es ya ningún neófito. Afronta aquí, aunque no lo crean, su sexto lanzamiento discográfico, pero “El rumor de los tiempos” adquiere frente a sus antecesores la condición de acontecimiento: no hablamos de un álbum restringido a los circuitos de ‘connoisseurs’ muy documentados, sino de una obra con mayúsculas, avalada por una banda más que sólida y que desembarca en las estanterías con el marchamo de los pequeños grandes acontecimientos. El leonés ha seguido despojándose de la condición arquetípica de cantautor y lo suyo es cada vez más esa canción rock que no le tiene miedo a las guitarras eléctricas y que comprende con naturalidad la convivencia entre músculo y ternura. El trasfondo sigue siendo, sin duda, confesional y sensible. “Toda esa mierda sentimental acabará por matarte, acabará por matarme a mí también”, se desahoga nuestro firmante en la pieza titular, nuevo ejemplo de que las dudas y los tormentos (o tormentas) continúan sirviendo como incuestionable carburante creativo. Por mucho que el quinteto haya cimentado un sonido poderoso, que el mismo interesado considera “sin complejos” y afianzado en influencias “clásicas, alternativas, de folk desnudo o vestido, samba [“Satélite”] y power-pop”, permanece la esencia del tipo que sufre, sondea la esperanza y se arranca la piel a jirones. Solo así puede escribirse la extraordinaria “Venlafaxina”, pieza con bautismo de antidepresivo y aires de balada nocturna y derrotada, y confrontarla con ese contagioso festín de la purificación que es “San Juan”. Hay mucha chicha (“El rey pescador” y su despiadada burla de la bobería ciberespacial, “Cachorro”, la muy pegadiza “Artista”) en un trabajo de coraje con timbre trémulo, muchas segundas voces y primor de artesano. Lapido o Quique González ya tienen competencia, y es colosal.