Es inevitable sentir curiosidad por Fabrizio Cammarata, un siciliano seductor y bien plantado que conjuga su instinto natural hacia el Mediterráneo con un eclecticismo que le acerca a numerosos referentes internacionales, siempre escogidos entre las huestes de la elegancia. Esa dicotomía ya se podía ir advirtiendo en los tiempos de Of shadows (2017), pero desde entonces Cammarata ha tenido ocasión de abrir espectáculos para Damien Rice, Villagers o Paper Kites, y ese híbrido entre la canción de autor con denominación de origen y el amplio espectro geográfico no ha hecho sino acentuarse. Así, Lights se erige en un inesperado y variadísimo catálogo de sonidos adultos del pop internacional, con lo que aquello que perdemos en personalidad lo compensamos con amenidad. Resulta divertido indagar en la hoja de ruta, imaginar qué páginas ajenas iría escuchando el moreno de Palermo mientras elaboraba las suyas propias. La excelente Eileen aporta ese desgarro e intensidad vocal tan característicos de Glen Hansard, mientras que Rosary apunta hacia su medio paisano Paolo Nutini y Timbuktu apuesta por ese pop con tintes eufóricos que no desentonaría en cualquier entrega de Matt Simons. Algo parecido sucede con For my heartbeats, solo que con la mirada algo más dirigida hacia Charlie Winston, mientras que Blue se basa en ese soul de guante blanco, liviano pero placentero, por el que siempre ha sentido debilidad James Morrison. La mayor conexión con el Mare Nostrum acabamos encontrándola en Cassiopea, que para eso toma el nombre de la mitología griega y presenta, de manera excepcional, un coro cantado en italiano. Pero es la única ancla desde Sicilia, porque su mar parece habérsele quedado pequeño al bueno de Cammarata. Y le honra, como buen marinero, que no tenga aquí miedo de explorar también otras aguas.