Existen básicamente dos tipos de discos de Fionn Regan, los expansivos y los introspectivos. Este último, el quinto de la colección, pertenece con mucha claridad al segundo grupo. Puede, de hecho, que como ningún otro. Por eso mismo, el acceso al material que nos propone este Calaha de ser parsimonioso, puesto que ninguno de sus ingredientes nos moverá a la euforia instantánea, el desparpajo, la agitación corporal ni mucho menos el tarareo. La austera portada en blanco y negro abona gráficamente este concepto, aunque la mirada frontal y decidida que nos dedica el irlandés –diríamos que orgullosa, y hasta un punto desafiante– también hace pensar en la confianza que le merece este disco crudo y hermoso. Concebido en forma de mirada interior, hablamos de una obra queda pero no por ello árida. No se incurre en la instrumentación escasa, sino tenue y siempre tan comedida como esas interpretaciones vocales que surgen sin esfuerzo ni florituras; melodías sencillas para lograr un acercamiento al oyente en forma de caricia. Fionn ya había explorado las fortalezas de su discurso más calmado con el excelente 100 acres of sycamore(2011), un disco lindísimo que no deberíamos perder de vista nunca, por mucho que la sobreabundancia informativa de estos tiempos nuestros nos dificulte el reencuentro con obras no estrictamente clásicas. Tal vez Cala no llegue ahora a alcanzar aquel mismo estado de gracia, pero canciones tan afortunadas como Volca o Head swim, imprescindibles en ambos casos, suponen una invitación a que nos acurruquemos con sus arpegios cálidos. Porque Regan, tan apartado de modas y focos, es de los que en ningún caso defrauda con sus abrazos. El mundo no quiere acabar de enterarse, pero aquí una nueva y clamorosa oportunidad para saber de su existencia.